La madriguera fantástica de Ana Juan
Ana Juan (Valencia, 1961) tiene el estudio en pleno centro de Madrid, en la vivienda que ocupa desde hace 15 años, rodeada de cervecerías y teatros. Pero, en realidad, el escenario parece ser lo de menos para inspirar sus ilustraciones porque con tal de moverse con tranquilidad, podría trabajar en cualquier parte. Lápices, papel y un ordenador portátil es todo lo que necesita. Y además, mucho silencio y un orden total.
Se levanta muy pronto para empezar a crear y no sentir que el tiempo se le escapa entre los dedos. "Empiezo a primera hora de la mañana, a veces es todavía de noche y parece que el mundo no se hubiera levantado", dice la ilustradora. Trabaja todo el día. Con los papeles apoyados sobre un modesto atril de conglomerado de madera, ejecuta un boceto tras otro. De vez en cuando hace una pausa y aprovecha para poner música, ponerse en forma corriendo un rato sobre la cinta o tomarse un café. "No tengo grandes aficiones, no colecciono nada. Tampoco soy de mucha vida social. Eso sí, si salgo, no entro. Pero lo que más me gusta es dibujar y se me pasan las horas sin darme cuenta".
Como el que no quiere la cosa, Ana Juan se ha convertido en una de las ilustradoras más importantes y premiadas del mundo. Desde su aterrizaje en Madrid, en plena movida madrileña, unos años que recuerda con cariño porque "por todas partes brotaban ideas y algunas no estaban mal", su carrera se ha afianzado de manera contundente. En blanco y negro o en color, sus personajes han ido creciendo tanto en ambientes marginales como en los mundos más sofisticados.
Miembro de la exclusiva escudería de The New Yorker, ha hecho portadas tan inolvidables como la dedicada a la guerra de Irak. Modesta y tímida hasta la exageración, expone su colección de portadas de la revista de culto estadounidense en las paredes del cuarto de aseo más pequeño de la vivienda.
Entre carteles y postales, Ana Juan ha ilustrado centenares de páginas de cuentos para niños y para adultos, además de ser autora del libro infantil Comenoches y de versiones de clásicos como Blancanieves. Estos días trabaja con las portadas de una colección de relatos de Isabel Allende para Random House, al tiempo que prepara un nuevo libro suyo para niños. Celebra el auge de la novela gráfica y los tebeos y lamenta que en España no se les dé el trato que merecen los ilustradores.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.