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Columna
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Socialdemócratas y ex comunistas

El nuevo Gobierno andaluz viene marcado por la socialdemocracia. El presidente José Antonio Griñán, en su toma de posesión, hizo una apología de la socialdemocracia clásica y de las recetas del socialismo democrático para abordar la crisis y para el quehacer político. Llamó la atención su defensa a ultranza de la educación, que ahora tendrá que demostrar con hechos y con presupuestos. De la misma manera hizo causa de la descentralización y la eliminación de la burocracia, dos lastres que dificultan la gestión pública. A la hora de hacer su gobierno supo mezclar lo nuevo y lo viejo, su gente de confianza con la del PSOE y el añadido final de la audacia más zapateril. En Presidencia y Economía situó a dos personas de su entorno inmediato, Antonio Ávila y Carmen Martínez Aguayo. Dio entrada a Mar Moreno y a Luis Pizarro fruto de los equilibrios internos socialistas. La primera ha estado en todas las conspiraciones para suceder a Chaves. Cabe imaginar que Griñán ha seguido el consejo atribuido a Robert McNamara: "Es mejor tener al indio dentro de la tienda meando para afuera que al indio fuera meando para dentro". Luis Pizarro es el ancla del PSOE, las esencias del Partido, la trayectoria clásica dentro de la organización y el llamado a jugar un papel más político que de gestión dentro del equipo. Le llega su primera consejería con 62 años tras décadas de leal trabajo en el aparato. Pero la sorpresa salió en el último momento con la incorporación de Rosa Aguilar. Ha sido una sorpresa de alcance nacional. Una operación brillante del nuevo presidente, buena para Andalucía, buena para el Gobierno andaluz, buena para el presidente, buena para el PSOE y muy mala para un competidor, Izquierda Unida. Tiene un lunar estético: Rosa Aguilar pasó sin solución de continuidad de alcaldesa de Córdoba por IU a consejera de un gobierno socialista. No ha resultado edificante aunque no sabría sugerir una manera diferente de hacer una operación como ésta. Le supondrá un aluvión de críticas a la nueva consejera de Obras Públicas y algunos problemas al PSOE con IU. Pero mayores problemas le va a ocasionar a IU que pierde su mayor referente nacional y su principal poder institucional.

Griñán ha demostrado talento, intuición y una gran seguridad en sí mismo. Incorpora a su Gobierno a una persona más conocida y mejor valorada que él mismo y encima se carga de un plumazo cualquier atisbo de imagen de continuidad con Manuel Chaves. Por si fuera poco continúa una rancia tradición de gobiernos socialdemócratas con ex comunistas en sus filas. Dice un amigo que el sacerdocio y el comunismo son los únicos empeños indelebles: cuando uno los deja te persiguen hasta el final de tu vida. En toda Europa hay una larga tradición de ex comunistas en gobiernos de la socialdemocracia. Los tuvo Felipe González (Múgica, Semprún, Solé Tura). José María Aznar, como todos los acomplejados, no quiso ser menos y llegó a tener a tres en un mismo gabinete (Piqué, Birulés y Del Castillo). Para la socialdemocracia es como una marca de agua, un recordatorio de los orígenes de la Internacional Obrera. La incorporación de Rosa Aguilar al Gobierno andaluz supone la llegada de una persona eficaz, una política experta y brillante, con una trayectoria de primer nivel. Una persona que seguro que dejará su impronta. Va a tener varios efectos inducidos. El primero es la segunda salida del Gobierno en un año del leal y eficaz Luis García Garrido. El segundo, una crisis en el grupo municipal de IU en Córdoba de consecuencias imprevisibles. La tercera es la posible pérdida para la izquierda de la ciudad de Córdoba. Y la cuarta que ya no tendremos la sorpresa de ver a Rosa Aguilar presidiendo procesiones. El PP vuelve a quedarse sin discurso y el PSOE toma aliento.

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