El síntoma Aguilar
Izquierda Unida necesita una reflexión profunda sobre su papel en la política española
El nombramiento de la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, como consejera de Obras Públicas de la Junta de Andalucía ha sido un importante golpe de efecto. El nuevo presidente, José Antonio Griñán, ha logrado incorporar a su equipo de gobierno a uno de los más indiscutibles referentes políticos a la izquierda del partido socialista. Desde que Izquierda Unida (IU)comenzó su imparable declive, Aguilar ha aparecido en los momentos de crisis como una posible alternativa a la dirección de la coalición. Por diversas razones nunca dió ese paso; ahora ocupará un cargo relevante en la Junta de Andalucía y, al mismo tiempo, abandonará la formación política en la que se ha desarrollado su carrera.
Desde IU, la salida de Aguilar se ha considerado como una deslealtad. Es cierto que ante las reiteradas sugerencias para que optase a la dirección de la coalición siempre ha sostenido su compromiso con la alcaldía de Córdoba. Pero mal haría IU si se limitase a interpretar este episodio como un problema personal con una destacada militante. El análisis del severo retroceso sufrido en las últimas elecciones aún está por hacer. Las declaraciones del nuevo coordinador, Cayo Lara, parecen indicar un retorno a posiciones que la coalición y su principal socio, el partido comunista, habían abandonado hace tiempo. La vuelta a las esencias no garantiza que IU recupere el apoyo obtenido en sus mejores momentos.
La dirección de la coalición y también algunas de las corrientes próximas a la ex alcaldesa, han dado a entender que su fichaje por parte de la Junta tendrá consecuencias en las relaciones con el partido socialista, no sólo en Andalucía sino también en Madrid. Sería un error que IU estableciera a partir de ahora sus estrategias en función de la decisión que ha adoptado una de sus militantes más conocidas. Además, se trataría de una vía impracticable: los ciudadanos que han confiado su voto a Izquierda Unida no entenderían que su capacidad de influencia, ya de por sí muy limitada, se sacrificara al deseo de castigar a los socialistas por haber ofrecido a Aguilar una responsabilidad en la Junta.
La salida de Rosa Aguilar no es el motivo de la crisis que atraviesa IU, sino el último de sus síntomas. Más que idear represalias contra ella o contra el partido que le ofrece una consejería en el Gobierno andaluz, la coalición necesita abrir una profunda reflexión sobre el papel que desea desempeñar en el panorama político.
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