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Reportaje:Diseño

Muralla aparte

El auditorio de Ávila, de Mangado, plantea un diálogo respetuoso con el paisaje

Cuando el arquitecto Patxi Mangado (Estella, Navarra, 1957) supo que había ganado el concurso para realizar el auditorio y centro de exposiciones de Ávila (que se inaugura hoy) su decisión más inmediata fue un viaje a la ciudad amurallada. Una vez allí buscó un enclave muy concreto, un pequeño monumento llamado los Cuatro Postes, al otro lado del río, justo enfrente del solar sobre el que tenía que construir. Mientras contemplaba el paisaje se puso a hablar con un "abuelo con su boina y bastón, típico castellano", que le contó su experiencia durante la Guerra Civil y una breve historia de Ávila. Luego, subió a la muralla. Era un día de primavera y después de esa conversación de dos horas, el arquitecto salió de la ciudad con los bocetos hechos.

Bajo tierra integra dos salas de música, siete para otros usos y 8.000 metros para exponer

Partió de una idea original. La obra era de gran envergadura: 24.000 metros cuadrados. En lugar de darle importancia al objeto (auditorio) de forma que compitiera con la imponencia de la muralla (planteamiento de bastantes de los proyectos que acudieron al concurso), Mangado prefirió otorgársela a ese paisaje único que a su vez es Monumento Nacional. Y entonces enterró el edificio. "Tenía muy claro que tenía que bajarlo de nivel para que su fachada fuera muy respetuosa con la muralla y nada agresiva", explica el arquitecto. Esa actitud, digamos modesta, iba acompañada de una ambición legítima: mejorar el paisaje de Ávila ("un desastre", lo califica Mangado) castigado, como tantos, por torres y viviendas adosadas. La importancia del paisaje es una constante en el autor del Pabellón de España en la Expo de Zaragoza. "¿En cuántos pueblos muy bonitos de España colocan una fábrica delante de la Iglesia que rompe el perfil? No se tiene en cuenta el concepto de patrimonio con el paisaje", critica.

El arquitecto también quería jugar con la doble condición de Ávila. La belleza de la muralla de granito como resultado de la intervención del hombre que, a su vez, se apoya en el estallido natural de las rocas de granito. Así, la parte más recta y externa del edificio, de granito, convive con otra más quebrada en el interior intervenida con vigas blancas que querían hacer referencia al material natural.

Cuando uno entra a un edificio pueden pasar dos cosas. Que ante un apabullante envoltorio, el interior defraude. O, por el contrario, que sorprenda. Mangado ha buscado casi de forma obsesiva lo segundo (como si de ese modo protestara contra los edificios estrella). La grandiosidad del Auditorio está en ese enorme espacio bajo tierra que contiene un programa exigente: una sala de auditorio sinfónica para 1.500 personas preparado también para teatro y danza; otra de cámara para 500; siete salas para 150 más 8.000 metros cuadrados dedicados a salas de exposiciones, camerinos y otros servicios.

Tres años y medio de trabajo más dos de proyectos le han servido al autor para investigar y dar con una solución sorprendente: a pesar de ser un edificio enterrado, paradójicamente, está inundado de luz al utilizar vidrios con espejos que permiten captar la luz de los lucernarios hasta casi 20 metros más abajo. Y no es magia.

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