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Columna
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El parto de los montes

Es comúnmente admitido que a los gobiernos hay que juzgarlos por el resultado de su acción política y no en base a prejuicios ideológicos o de cualquier otra naturaleza. Y por ese rasero deberá medirse también a la nueva Xunta de Galicia que esta semana acaba de ser nombrada por el presidente Núñez Feijóo.

Dicho lo cual, no creo ser víctima de ningún apriorismo político cuando considero que el nuevo Gobierno representa el primer y gran fracaso del flamante mandatario gallego. En primer lugar, porque defrauda ampliamente las expectativas creadas por el propio Núñez Feijóo y su entorno más próximo. Pero, sobre todo, porque es difícil ver en el nuevo Gobierno un equipo ejecutivo capaz de desarrollar un proyecto político destinado a abordar las necesarias reformas que se derivan de una situación de crisis de enorme gravedad y profundidad. Especialmente cuando, como ha quedado demostrado en la sesión de investidura, se carece de un auténtico programa de gobierno, entendiendo éste, obvio es decirlo, no como una simple declaración de intenciones o un desiderátum, sino como la definición de un proyecto en el que se definen las prioridades, instrumentos y plazos, en el que existen, en fin, coherencia entre medios y fines. La prueba más irrefutable de lo que afirmo la constituye el hecho de que, en la investidura, las únicas concreciones que alcanzó a formular Núñez Feijóo (prórroga de la legislación vigente hasta que se elabore el Plan del Litoral, y la aceptación del plan de competitividad como base de su política económica), son realizaciones que pertenecen al Gobierno bipartito.

La nueva mayoría se va a instalar en la rutina y a reducir la política a la simple gestión
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Por eso todo el proceso mediático diseñado por Núñez Feijóo destinado a asombrar al mundo con el nombramiento de su Ejecutivo acabó por convertirse en el parto de los montes y, en consecuencia, el nuevo Gobierno en un pequeño ratón. Por otra parte, el nombramiento de los conselleiros demuestra fehacientemente que la nueva mayoría que dirige la política gallega ha decidido instalarse en la rutina, se dispone a reducir la política a la simple gestión, ha cedido a la presión de los poderes tradicionales y, como consecuencia de todo ello, es más que previsible que las necesarias reformas estructurales cedan de nuevo terreno ante la reedición de políticas clientelares diseñadas en función de los intereses electorales del Gobierno a corto plazo.

Las intenciones del nuevo poder político están todavía más claras cuando, haciendo de la necesidad virtud, se califica al Gobierno como "técnico". Pues bien, resulta notorio que cuando un presidente nombra a un Ejecutivo formado por técnicos (atributo que la mayoría de los nuevos conselleiros y conselleiras todavía deben acreditar) es porque se renuncia explícitamente a la política. Con esta decisión, Núñez Feijóo abdica de su papel de impulsor de una verdadera acción gubernamental, entendiendo ésta como el conjunto de iniciativas políticas destinadas a la transformación social y a la defensa del interés general; asume que el poder económico -el verdadero poder en nuestros días- escape al control del Gobierno; interioriza que la economía se ha emancipado de la política y acepta, en fin, que el papel de los poderes públicos se reduzca a proporcionar algunos servicios a los ciudadanos -cada vez menos- porque las ideas privatizadoras ganan terreno y trufan todo su discurso.

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Desveladas pues algunas de las claves de la nueva etapa política, la oposición está obligada a reaccionar y a cerrar cuanto antes las crisis derivadas de su inesperada derrota electoral y, desde la estabilidad política interna, recorrer el camino que han empezado a desbrozar sus dos portavoces parlamentarios en la investidura. Porque, en efecto, tanto Leiceaga como Aymerich han demostrado en ese debate que el PSdeG y el BNG no se han resignado al eterno papel de oposición y disponen de un proyecto más elaborado y mejor articulado que el presentado por Núñez Feijóo. Contrariamente a lo que hicieron cuando eran Gobierno, ambos han evidenciado que son capaces de dotarse de un proyecto coherente que soporte una alternativa a la mayoría conservadora. Seguiremos con atención las peripecias de unos y de otros.

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