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Reportaje:

"Tenía tanto miedo que no me atrevía ni a mirar a otros presos"

El hombre que pasó cinco días en la cárcel de Granada al ser confundido con un delincuente que ya cumplía condena narra su indignación y terror entre rejas

Elsa Granda

Juan Enrique viajó desde Madrid a Granada para vivir la Semana Santa, pero la última procesión que pudo ver fue la suya hacia la cárcel de Albolote, confundido con un hombre con el mismo apellido que estaba acusado de blanqueo de dinero y que hacía días que estaba encarcelado por orden de la Audiencia Nacional. A las seis de la madrugada dos agentes llamaron a la puerta de la habitación de su hotel, le preguntaron si estaba "esperando algo de la justicia", le dijeron que se vistiera y le pusieron las esposas. "Como no me dijeron por qué me detenían lo primero que pensé fue en una multa de tráfico que aún no me han notificado", recuerda este funcionario de 30 años en la plaza del pueblo madrileño de Griñón.

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En el calabozo pasó dos horas interminables hasta que le comunicaron que tenía pendiente una orden de busca y captura y le enviaron a la cárcel, donde pasó cinco días. "Verte con las esposas, en el furgón, en el calabozo, la llegada a prisión, la impotencia, te quitan el reloj, el móvil... fue un auténtico calvario. Pero, ¡no te lo pierdas, porque el domingo estando ya en la cárcel volvieron al hotel a detenerme otra vez! Ha sido un cúmulo de, como yo digo, horrores. Me sentí humillado". Aunque intentó explicar que era inocente y pidió un abogado de oficio, asegura que en el juzgado le dijeron que sólo tenía derecho a firmar la notificación de ingreso en la cárcel, 'porque era una orden desde arriba'. En ese momento se me cayó la Alhambra encima". Ya entre rejas, cada vez que proclamaba su inocencia, los funcionarios le replicaban: "Eso dicen todos los que están aquí". De su paso por una celda de 10 metros cuadrados recuerda con horror dos cosas: el frío que entraba a raudales por la ventana, que le provocó un catarro, y el sonido metálico de las puertas. "El primer día lloras, te emocionas... Al principio tenía tanto miedo que iba con la cabeza baja por los pasillos, intentando no mirar a la cara a los otros". El trato de los funcionarios fue "un poco indigno" y el responsable llegó a disculparse, explica. Después eran los propios reclusos quienes le asesoraron y le animaron diciéndole que iba a salir pronto. Algo que él no tuvo claro hasta que cruzó el portón del centro penitenciario, levantó la cabeza y vio Sierra Nevada en el horizonte.

"Tal como funciona la justicia, creía que por lo menos iba a ser una semana. Y que me trasladarían a Madrid, a la Audiencia Nacional...". Juan Enrique asegura que lo que más sintió fue rabia e indignación al no poder defenderse. "Pensaba que era como Jesucristo cuando le metieron preso. Me decía 'el domingo resucitó' y 'Señor, perdónales porque no saben lo que hacen".

Pero los despropósitos no acabaron ni en el momento de su puesta en libertad, el lunes. "En vez de Juan Enrique escribieron Juan Antonio; les dije que lo corrigieran, no fuera que me persiguiesen por haberme fugado. Se lo tomaron a guasa". Ahora, de baja por depresión, espera que se aclare de quién fue el error, asegura que no se quedará tranquilo hasta que se borren sus antecedentes y cada vez que ve un policía intenta cambiar de dirección. Nadie le ha llamado para disculparse.

Juan Enrique, ayer tras una verja de una calle de la localidad madrileña de Griñón.
Juan Enrique, ayer tras una verja de una calle de la localidad madrileña de Griñón.SAMUEL SÁNCHEZ

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