Y van tres
Esta noche me negarás tres veces, dijo Jesús a Pedro un Jueves Santo. Alegoría profética de la Ley de Dependencia. Por tercera vez, el famoso cuarto pilar del Estado de bienestar cambia de departamento ministerial.
Desde su alumbramiento en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, pasó a Educación compartiendo ministra con el Plan Bolonia y los Juegos Olímpicos, para recalar finalmente en Sanidad. No parece que tanto baile responda a una gran claridad de ideas. Mucho menos a una gestión política eficaz.
En 2009 siguen muriendo ciudadanos sin los derechos que les aseguró el entonces ministro Caldera para antes de que acabara 2007. Somos un país de mucha prédica y poco trigo. Todos los grupos parlamentarios sintieron en su día el deber moral de apoyar la Ley de Atención a la Dependencia y de Promoción de la Autonomía Personal, se publicó en el BOE, sonaron las fanfarrias mediáticas, pero al llegar el momento de la verdad, el voluntarismo dio paso a una insolvencia política manifiesta. Y así seguimos. Ciertamente, con la inestimable ayuda de obstruccionistas indecentes cuyos únicos principios son sus propios intereses partidarios.
Mientras tanto, los ciudadanos vivimos en una especie de Semana Santa permanente purgando la incapacidad de unos gobernantes que prometieron "cumplir y hacer cumplir las leyes", lo cual, en el caso de la dependencia, llega a ser un auténtico calvario.
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