Reverencia
No, no creo que el Gran Obama se parezca en eso al Gran Wyoming. Me refiero a las imágenes de Barack Obama doblando la espalda ante el rey Abdullà de Arabia Saudí. El saludo con reverencia se produjo durante la cumbre del G-20 en Londres, pero se difundió a finales de la semana pasada y rebotó con gran rapidez por la Red. Los republicanos estadounidenses se declararon de inmediato indignados, porque consideraban que su presidente había efectuado un inequívoco gesto de sumisión ante un dictador teocrático y corrupto que, además, se forra cada vez que llenan el depósito.
Decía que no espero una segunda parte del video. Quedaría estupenda, con sus dos carteles: "Os la hemos colado" (Obama) y "Soy cabrón, pero no tanto" (Abdullá). Pero no cuento con ella.
El gesto, en sí, carece de relevancia. Arabia Saudí y Abdullá son viejos aliados de Washington, y ahora hay especial necesidad de que los petrodólares adquieran deuda de Estados Unidos. Resulta normal, por tanto, que Barack Obama quisiera entrarle bien al viejo jefe de los Saud. Normal, pero feo. Las imágenes son tercas: cuanto más las mira uno, menos elegantes parecen. Tienen algo de perverso.
Mucho más relevante, sin duda, era la relación amistosa entre los Bush y los Saud, camaradas en el negocio petrolero. No hay en la reverencia, que se sepa, pactos secretos ni acuerdos bajo mano, ni conflicto de intereses. La cosa era peor con Bush. La imagen de Obama, sin embargo, sigue siendo fea.
Como es fea la reacción de la Casa Blanca. El portavoz explicó que se había tratado de un peculiar efecto óptico, debido a la diferencia de estatura entre el presidente y el rey, y negó que hubiera existido reverencia alguna. Que ya es negar.
Esos segundos irrelevantes de la cumbre de Londres y esa confusa filmación del saludo perseguirán a Obama. Reaparecerán en cada campaña electoral, en cada debate sobre Oriente Próximo y en cada subida del petróleo, como reaparecen las imágenes del tropezón cada vez que se habla de Gerald Ford.
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