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Columna
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Habrá humo y leña

Aún no tenemos perspectiva para ver lo que fue la Xunta bipartita, sus logros y sus fracasos, pero eso ya es pasado y un pasado que fue protagonizado por los vencidos desaparece, es borrado por los vencedores. Después de la victoria, viene rematar a los heridos en el campo de batalla y quedarse con el botín.

Precisamente fue un caso curioso el modo en que Emilio Pérez Touriño entendió la presidencia, pues al asumirla renunció a ensañarse, incluso a hacer algún tipo de auditoría de la herencia de tantos años del PP. Parecía una actitud elegante, propia de quien no quiere rebajarse a la destrucción del vencido, y así lo vimos comportarse estos años, parecía entender la política como algo elevado, incluso un tanto aéreo, y asumió las cargas que le dejaron con discreción. Si había mucha porquería, la dejaron guardada en un cuarto oscuro e hicieron como si no existiese. Fue su modo de entender la responsabilidad de un gobernante.

Vemos día a día expuesta a la luz la basura que había estado guardada en el cuarto oscuro

No estamos seguros de que acertase, pues ahora se manifiesta que la política al fin era otra cosa. La derecha demostró que no se atiene ni a la cortesía ni a la responsabilidad, y el asalto a la Xunta a base de cañonazos de basura parece haberle abierto los ojos a Touriño sobre algunas cosas. Le faltaba un final a esa presidencia que renunció a ajustar cuentas con los vencidos, a ese período político tan cortés, y estos días estamos teniendo una coda áspera. Se revolvieron las aguas y emerge ahora la suciedad del fondo. Al abandonar los despachos se repasa todo y se abren puertas que se habían mantenido bajo llave.

En estas páginas vemos día a día expuesta a la luz la basura que había estado guardada en el cuarto oscuro: descubrimos ahora que la Xunta del presidente Manuel Fraga y del vicepresidente Alberto Núñez Feijóo dejó todo tipo de irregularidades y actuaciones dignas de sospecha. La verdad, nos debieran haber contado eso hace cuatro años, esa especie de ingenuidad política le ha salido muy cara a la izquierda y al conjunto de la sociedad.

Pero lo que reveló hace un par de meses la candidatura que tenía Núñez Feijóo para la Consellería de Economía, Luis Carrera, candidatura abortada cuando una emisora destapó sus habilidades para la evasión de dinero, y lo que este periódico viene informando sobre el candidato a conselleiro Agustín Hernández y sus discutibles habilidades para sacar partido personal a su paso por la consellería que dirigió el propio Núñez Feijóo, junto a otras irregularidades, demuestran varias cosas de modo palmario.

La primera es que la presidencia de Núñez Feijóo no es una propuesta de algún tipo de futuro, sino la vuelta de una Xunta que ya conocimos antes. Vuelven los mismos, desharán lo que puedan de lo que les dejaron, pondrán en la picota la gestión de los anteriores y volverán a gobernar como gobernaron. O, al menos, lo intentarán. Porque no es seguro que lo consigan, ya que las asperezas de estos días indican que los vencidos no asumen de buen grado su derrota. Socialistas y nacionalistas ya anunciaron que, perdida la batalla, hay guerra para rato. Y como unos y otros tienen vigor para guerrear, pero carecen de proyecto político serio, y por ahora también de liderazgo, la guerra va a ser caótica y correosa.

Núñez Feijóo llegó a la Xunta inopinadamente, sin un proyecto y teniendo que improvisar un equipo. La oposición tampoco ofrece proyectos de peso, así que se volará bajo y los cañonazos serán a ras de tierra. No va a estar a salvo ni el apuntador.

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