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OPINIÓN
Columna
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Absentismo europeo

La justificada preocupación por la débil respuesta ciudadana a las elecciones europeas explica la campaña informativa institucional lanzada en todos los países de la UE para la renovación el 7 de junio del Parlamento de Estrasburgo bajo el lema común Tú eliges y un presupuesto de 18 millones de euros. Mientras que las legislativas españolas de 2004 y 2008 registraron una abstención del 22,8% y del 24,7%, las europeas de 2004 elevaron el porcentaje hasta el 54,5%, muy próximo a la media de los países de la UE. Por lo demás, esa desalentadora participación por debajo de la mitad del censo ni siquiera está motivada en su totalidad por el deseo de enviar representantes a Estrasburgo: votantes y partidos siempre miran de reojo a la política nacional.

Los países de la UE gastan 18 millones de euros en la campaña para informar sobre las próximas elecciones

Tal vez los promotores de la iniciativa se engañen sobre las causas más profundas de la paupérrima afluencia ciudadana a las urnas europeas. La abstención no se debe tanto a la desidia de unos votantes deficientemente informados a la hora de cumplir sus deberes cívicos como a la asimetría institucional entre la UE y cada uno de sus países miembros como referentes de la soberanía popular. Las analogías formales entre las Cortes Generales y el Parlamento de Estrasburgo no logran ocultar sus diferencias sustanciales en materia de competencias y representatividad.

El proceso de construcción de la UE sobre las ruinas de la Segunda Guerra Mundial y la caída del muro de Berlín no ha estado guiado por los planos de ingenieros políticos sino por el pragmatismo, el sentido de la oportunidad y los intereses de gobernantes que no se han planteado la creación de una nueva entidad a costa de la desaparición de los Estados nacionales. El desconcierto de la teoría constitucional ante la aparición en los cielos europeos de un Objeto Político No Identificado que no es una federación pero tampoco una confederación le lleva a bautizar esas nuevas instituciones con términos de larga tradición histórica como parlamento, emparentados pero inapropiados. La sustitución en 1979 de la designación en segundo grado de la asamblea de Estrasburgo por la elección directa de los diputados en cada país probablemente fue desacertada.

Tampoco la retórica de los defensores de la democracia directa a costa de la democracia representativa en materias europeas resiste la prueba de los hechos. Dicho sea de paso, la creencia en las virtudes del referéndum como instrumento privilegiado para la participación popular en el ámbito nacional se da igualmente de bruces con la realidad: el nuevo Estatuto de Cataluña fue refrendado en 2006 con una abstención superior al 50%, que alcanzó el 63,7% en el Estatuto de Andalucía. En muchos países, las consultas directas a los ciudadanos sobre cuestiones comunitarias han tenido respuestas abúlicas o se han convertido en instrumentos de la política interna. En cualquier caso, y pese a los esfuerzos conjuntos del PSOE y del PP, el referéndum de 2005 sobre la Constitución Europea cosechó el 57,6% de abstención. -

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