La paradoja socialista
Gracias al tripartito, el PSC ha conseguido gobernar en Cataluña, pero el tripartito limita sensiblemente las posibilidades de crecimiento electoral de los socialistas en unas elecciones autonómicas. Ésta es la paradoja en que están metidos los socialistas catalanes, de la que no es nada fácil salir.
En las elecciones de 1999, el PSC, entonces liderado por Maragall, consiguió su mejor resultado en unas autonómicas. No fue suficiente para desplazar a CiU del Gobierno. Jordi Pujol, en su última aventura electoral, resistió. Fue el último episodio del bipartidismo imperfecto hacia el que había ido evolucionando el sistema político catalán articulado en torno a la oposición CiU-PSC.
Dentro de un año, cuando los catalanes vayan a votar, no elegirán entre CiU y el PSC, elegirán entre CiU y el tripartito
Cuatro años más tarde se produjo la alternancia. La hizo posible la decisión de Esquerra Republicana de optar por el pacto de izquierdas. El factor identitario dejaba de ser el eje de referencia de la política catalana. La alianza de CiU con el PP había sido el primer paso hacia un eje derecha-izquierda. ERC lo ratificó. Y Maragall fue elegido presidente de la Generalitat. El mapa político catalán se hacía multipartidista: CiU y el PSC retrocedían sensiblemente. Esquerra Republicana, sobre todo, pero también Iniciativa e incluso el PP crecían notablemente.
Los socialistas esperaban que la presidencia de la Generalitat operara como un imán para atraer nuevos electores a su favor. Pero el primer tripartito, que quiso cambiar las reglas del juego -el Estatuto- antes de demostrar que era capaz de gobernar eficientemente y que acabó con el cambio de liderazgo en el PSC, lejos de mejorar la posición de los socialistas, la erosionó sensiblemente. La dependencia de sus socios resultó ser demasiado grande. Y los socialistas nunca pudieron dar la sensación de autoridad que se atribuye a quien tiene la púrpura suprema.
Poco a poco, el eje de confrontación democrática de la política catalana cambió de nombre. De CiU-PSC pasó a CiU-tripartito. La fuerza tranquila de Montilla ha bajado el tono de confrontación entre los socios, pero no ha conseguido que el PSC recuperara identidad y autonomía. De modo que el PSC se encuentra subsumido en este magma llamado tripartito. Dentro de un año, cuando los catalanes vayan a votar, no elegirán entre CiU y el PSC, elegirán entre CiU y el tripartito, las dos opciones de gobierno que aquí se conocen. En la mente del votante, la elección será muy simple: o tripartito o CiU (aunque sea con el apoyo externo del PP). Con lo cual el PSC ve claramente limitadas sus posibilidades de volverse a poner por encima del millón de votos.
Iniciativa y Esquerra Republicana son dos partidos con carga ideológica fuerte y peso de la cultura militante que a menudo tienen dificultades para adaptarse a la dura realidad de la gestión de la cosa pública. Esquerra Republicana vive el eterno conflicto de prioridades entre lo identitario (la tentación nacionalista) y lo socioeconómico (la opción por la izquierda), con dos almas disputándose un partido difícil de manejar por su asamblearismo organizativo. Sólo Carod Rovira ha dado a Esquerra Republicana un discurso con capacidad de arrastre -el independentismo sin nacionalismo-. Su eclipse, por errores de todos conocidos, ha coincidido con el retroceso de su partido. E Iniciativa, agarrada a un solo símbolo, el ecologismo, vive mal las contradicciones de la responsabilidad de gobierno.
En este contexto, la franja central del electorado catalán, incluso ciudadanos que han votado socialista en las elecciones generales para evitar que el PP gobierne en España, puede resistirse a dar al PSC un voto que significa que Iniciativa y Esquerra Republicana sigan en el Gobierno. Votar al PSC es votar al tripartito. Ésta es la trampa en la que el PSC está atrapado. Y para romperla ha perdido incluso el argumento de que votar a CiU es votar una alianza de derechas con el PP. Primero, porque CiU gobernó siempre sola, aunque tuviese el apoyo condicionado, por supuesto, del PP. Y bien que lo pagó en las urnas. Y segundo, porque con la alianza PSE-PP en el País Vasco, el PP ha quedado blanqueado en Cataluña. ¿Con qué autoridad podrá el PSC criticar a CiU por un pacto que sus colegas vascos también practican?
¿Tiene el PSC escapatoria? Para algunos la escapatoria sería buscar la alianza con CiU. Es el deseo de buena parte de lo que se acostumbra a llamar la sociedad civil catalana, porque piensan que sería la mejor garantía de que cambie algo para que no cambie nada. Pero probablemente sería letal para el PSC. En poco tiempo, sufriría fugas en todas direcciones, atrapado por el peso de la corrección política nacionalista. Otra opción sería la redención conjunta del tripartito. Pero ¿en un año serán capaces de recuperar el proyecto y la cohesión que tanto se echa en falta? Es difícil conseguirlo y más todavía visualizarlo, cuando la imagen de desgobierno e incoherencia está tan extendida en los medios, por los errores de unos y por la habilidad e influencia de los otros.
Al PSC nadie le niega su capacidad para gobernar y gestionar. Le queda, por tanto, una carta: convencer al electorado de que más PSC quiere decir más autoridad en el tripartito. Pero para ello necesita recuperar la voz, construir un proyecto propio que responda a la doble pregunta del momento: ¿cómo situarse en el nuevo paradigma que la crisis abre? O, dicho de otro modo, ¿cuál es el lugar de Cataluña en la globalización? El PSC ha puesto a diversos grupos a trabajar en ello. Será interesante ver los resultados, pero también la capacidad de transformarlos en proyecto político.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.