"Nunca he dejado que rebajen mi dignidad"
Corría mayo de 2003 y a Aintzane Ezenarro la reclamaban para que fuera de número dos en una de las seis listas que la recién nacida formación Aralar presentaba en Guipúzcoa. Plantada frente a la tienda de dietética que su madre tiene en Getaria, Aintzane le dijo a un grupo de amigos entre los que estaba su hermana: "¿Oye, y si presentamos una candidatura en el pueblo?". Quedaba una semana de plazo. Aintzane empezó a llamar a gente por teléfono. Montó una reunión en la Casa de Cultura. "Las cosas, si las piensas dos veces, no las haces", explica. ¿Resultado?: Aralar Independienteak -gente de Aralar e independientes- obtuvo el 20% de los votos. Así arrancaba la carrera política de la última revelación del panorama electoral en Euskadi, una mujer emprendedora y resolutiva que, tras cuatro años de travesía en solitario desde su exiguo escaño en el Parlamento vasco, ha multiplicado por cuatro la representación de su formación. "En la noche electoral no lloré, lloraron otros a mi alrededor".
"El acuerdo PSE-PP es la prueba de que somos otra nación, ¿en qué otro sitio podría darse ese acuerdo?", dice
Aintzane no procede del mundo de Batasuna, como muchos de sus correligionarios en Aralar. Proviene de Elkarri, movimiento por la paz y el diálogo en el que se fue cocinando su vocación política. Sentía que había que hacer algo, pero le acompañaba una cierta sensación de orfandad política: ¿dónde desarrollarlo? La duda, en una mujer de pocas dudas, se difuminó al entrar en Aralar. Aintzane es abertzale y de izquierdas. Acaba de cumplir 38 años.
"Es un animal político", dice Mikel Basabe, compañero de formación y parlamentario electo. "Lo lleva en la sangre, o tatuado. Hay gente que tiene un proyecto de país en la cabeza y gente que no: ella lo tiene". Su primera legislatura como diputada se ha caracterizado por su facilidad para llegar a acuerdos. Eso sí, el pacto que se acaba de producir en Euskadi entre el PSE y el PP no le gusta un pimiento: "El acuerdo PSE-PP es la prueba de que somos otra nación. ¿En qué otro sitio podría darse ese acuerdo?". Aralar lucha por la independencia, pero por vías democráticas. "Cuando una sociedad pide un referéndum sobre su futuro, no hay democracia que lo pueda impedir", manifiesta. "Tarde o temprano, esto va a ser imparable".
Dice que se encuentra en uno de los mejores momentos de su vida. "Tengo casi todo lo que me gustaría, una lucha con la que me siento identificada; me levanto con ganas de hacer cosas, salvo cuando no me deja dormir el enano, que es muy cañero". Su tiempo libre se lo dedica a sus hijos. Tiene tres: el pequeño, de quince meses; el mayor, de ocho años. Aintzane se levanta de la silla, en la planta baja de la sede de Aralar en Donosti, y se pone a imitar a su hijo mayor. Se mete las manos en los bolsillos, se echa el pelo para un lado, pone pose de niño chuleta. "El mayor ya lleva sus pintillas, tiene mucha personalidad. Los hijos te dan la conexión con la vida".
Fue periodista antes que política. Y antes que periodista fue muchas cosas más. Un verano tocó ponerse la visera roja y organizar el aparcamiento de los coches que llegaban al puerto de Getaria. Otro, aguantar como camarera a la típica cuadrilla de hombres que, en plena despedida de soltero, se metían con ella. De todos esos trabajos que hizo en su época de universitaria, Aintzane Ezenarro extrajo importantes lecciones de vida. "Cuando trabajas de cara al público aprendes a aguantar las impertinencias de mucha gente que te está viendo como un subordinado. Hay que saber vivir en la vida situaciones en que otros te intentan humillar, el típico 'tú estás aquí para servirme'. Ahí tienes que equilibrar la dignidad con el trabajo de servir. Yo nunca he dejado que rebajen mi dignidad. Vengo de una familia trabajadora; trabajadores, sí; pero dignos. La dignidad de la persona es lo que nos hace iguales a todos. Si toca servir, servimos, pero manteniendo la dignidad. Eso a veces requiere una respuesta dura al que estás sirviendo. Y hay que darla".
Sabe lo que cuestan las cosas. Por eso sus padres nunca tuvieron que perseguirla para que estudiara. En su casa vivió el drama del paro: su padre, que trabajó en el mar y en una fábrica de muebles, estuvo un largo año y medio sin empleo; aunque carecía de formación, su progenitor se aprendió de memoria unos cuantos libros para sacar adelante una oposición de celador del Instituto Social de la Marina. Una perseverancia que ella parece haber heredado. "Es una máquina, muy inteligente y muy trabajadora", dice Natalia Suso, que fue compañera suya en la Universidad. "Es de estas personas a las que les da tiempo a hacer de todo".
A Patxi Zabaleta, coordinador general de Aralar, siempre se le quedará grabado el día que la conoció. Fue hace 10 años, cuando ella, como directora de la revista de Elkarri, acudió a hacerle una entrevista: "Me sorprendió la firmeza de sus preguntas", recuerda, "es una mujer muy firme en sus convicciones, con gran capacidad de comunicación".
El trabajo que ha hecho en los últimos años ha dado buenos frutos: cuatro escaños. La causa de defender la independencia sin violencia va generando ilusión y adeptos. "Antes recibíamos más insultos que agradecimientos", resume Aintzane. Y recuerda cómo, durante la pasada campaña electoral, un votante de Batasuna, de unos 68 años, con familiares presos, se le acercó y le dijo que lo estaba haciendo muy bien, que la próxima vez les votaría. "La comprensión a ETA está perdiendo mucho apoyo social".
Es una mujer de acción. Que intenta rodearse de personas resolutivas. "Tengo mucho respeto por el activista, aunque no coincida con mis causas, más que por el teórico. No me gusta la gente que critica y que no hace nada; ni los teóricos de cena de colegas que se van con cuatro gin-tonics a la cama y ésa es su revolución".
Aintzane no se anda con chiquitas.
"Dice las cosas como las piensa", cuenta su amiga Natalia, "guste o no guste". Aunque con los años ha ido aprendiendo a modular, es consciente de que a veces es recomendable bajar el pistón. "Soy de las que dicen las cosas a la cara, demasiado. Pero intento no perder el respeto. No he insultado nunca en política, pero puedo ser muy dura en la crítica política".
La describen como perfeccionista, pero ella lo niega. "Soy autoexigente, eso sí. Yo no voy a un pleno sin prepararme, como tampoco lo hacía cuando tenía un examen. Me tengo en mucha estima a mí misma y no tengo ningún interés en hacer el ridículo, tengo que dar la talla". Una persona de su formación asegura que es como una "rotavator" -una motoazada- porque impone un ritmo de trabajo que no siempre es fácil de seguir; que no sabe jerarquizar, todo tiene la misma importancia y todo es para ayer.
Una cosa queda clara: es una trabajadora nata. "Tiene todo el futuro abierto, todo depende de su voluntad y de sus ganas", dice Zabaleta, "puede ser lo que quiera ser". Eduardo Madina, diputado del PSE por Vizcaya, dice de ella que es "una crack". -
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