Un liderazgo humilde

Barack Obama advirtió ayer, en una conferencia de prensa en la que ofreció toda la gama de sus encantos personales, de que el hecho de que sea partidario de "actuar con humildad" en este tipo de cumbres no significa que Estados Unidos renuncie a su liderazgo o admita que éste está en declive.

"Queremos liderar", dijo, "pero queremos liderar dando ejemplo". "Yo no compro la idea de que Estados Unidos no puede seguir liderando el mundo. Pero creo que tenemos que hacerlo creando alianzas, no dictando soluciones".

Esta cumbre marca, desde ese punto de vista, el comienzo de un modelo de liderazgo en el que se acepta con naturalidad el surgimiento o la consolidación de otras potencias -mencionó a Europa, China e India- y se promueve la incorporación de los países pobres al primer plano internacional. "Éste es el principio de la restauración del prestigio norteamericano", manifestó Obama.

Ese liderazgo humilde resultó, en última instancia, capital para conseguir un acuerdo. Dos no pelean si uno no quiere, y Francia ha aprendido, probablemente aquí, que mucho va a tener que molestar a Obama para provocarle una salida de tono.

Con liderazgo humilde, se situó sin problemas en segunda fila en la foto de familia y aceptó que se declarara la muerte del consenso de Washington sin ver en ello un ataque a los símbolos patrióticos.