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"Ahora los miedos se te meten en casa", afirma un trabajador

ETA tiñó de rojo las calles de Azkoitia el 3 de diciembre de 2008 con la excusa del AVE vasco. La abrupta entrada en escena de la banda en esta infraestructura ferroviaria clave para Euskadi con el asesinato de Ignacio Uria ha generado inquietud entre los trabajadores, constructores, ingenieros y cuadros intermedios. El esfuerzo realizado por Interior para garantizar la seguridad de las personas relacionadas con las obras tiene otras derivadas más difíciles de asimilar en el entorno familiar de quienes a partir de ahora tendrán que llevar una, dos o más sombras a sus espaldas.

"Antes sólo llevaba el escolta cuando estaba en el País Vasco. Ahora también cuando estoy con mi familia. Y todo esto es muy duro porque el problema, la presión, los miedos, se meten en casa". Esta reflexión la están empezando a hacer ya quienes llevan guardaespaldas.

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No es raro que ingenieros de empresas del AVE que no viven en Euskadi se pongan en contacto con algún familiar o algún conocido en la comunidad autónoma para valorar el riesgo real de la amenaza etarra. Lleva sucediendo meses: valorar los pros y los contras de acercarse a esa obra. "¿Qué riesgo real existe?, ¿Crees que me juego la vida yendo a trabajar allí?", preguntaba un ingeniero a un conocido antes del asesinato de Uria y cuando los atentados se habían circunscrito a maquinaria y sedes de las empresas adjudicatarias. La respuesta, en el caso de ETA, siempre llega con detonaciones. No en vano la propia organización terrorista afirmaba en su comunicado del pasado 21 de enero, publicado en Gara, que "los ingenieros, técnicos superiores, responsables o dirigentes de empresas que participan en las obras" del trazado ferroviario son "objetivo" de sus atentados. Los terroristas llamaban en ese comunicado a los ciudadanos a alzarse contra las obras del tren y asumían el asesinato a tiros del empresario Ignacio Uria. ETA afirmaba que había matado a Uria, de 71 años, simpatizante del PNV y fundador de la constructora Altuna y Uria, por "negarse a pagar el impuesto revolucionario" y por participar en las obras del tren. Los terroristas ya avisaban de que los atentados contra el AVE iban a seguir. De momento, la última visita etarra contra los empresarios, con dos kilos de amonal, ha tenido otro objetivo: llenar sus arcas con el chantaje terrorista.

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