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Cosa de dos
Columna
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Crisis

Una cosita vocacionalmente rubia, con fatigoso acento nasal y gesto estreñido, declara en un bar a su clónica pandilla: "Si alguien habla de eso tan aburrido de la crisis, que se vaya de aquí". Observo el careto del profesional camarero, que imagino padecerá sudores ante la amenaza o la certidumbre de disfrutar en breve del carnet de parado, y no se le nota alteración alguna ante el desdeñoso comentario de la pija hastiada. Y lamentas que el vómito de un borracho no se tropiece casualmente con el cuidado maquillaje de la que considera una insoportable ordinariez hablar del paro. Una tal María Antonieta perdió su preciosa cabecita en la guillotina por su convencimiento de que los desesperados que exigían pan también tenían la opción de comer cruasanes.

Lo siguiente me lo cuentan, pero garantizo que no es un chiste. A un amigo, que hacía trabajos continuados para una empresa, fuera de nómina, fijeza, comités, sindicatos y demás flotadores, le comunican que debido a la maldita palabra que daba alergia a la rubia, prescinden de sus muy competentes servicios. Normal. Lo surrealista es la apostilla a esa decisión. Le aseguran a mi amigo que existe otra posibilidad, y es que siga trabajando, pero sin cobrar, con lo cual ganaría muchos puntos en la estimación de la empresa. Mi atónito amigo no puede evitar el sarcasmo cuando pide que le aclaren el metafísico significado de los puntos, si sirven para una rifa o para que te regalen un jamón. Fin de la relación laboral.

Sufro un bochornoso debate en televisión, conducido por Ana Pastor, en el que parlotean de la que está cayendo políticos grisáceos y espesos (es intrascendente que se declaren de izquierda o de centro-derecha), empresarios enamorados del concepto flexibilidad (en el despido ajeno, por supuesto) y líderes sindicales que repiten sin vergüenza ajena cosas tan profundas y originales como: "Nosotros siempre hemos apostado por el diálogo constructivo, por impulsar el diálogo social". No hay ningún parado en tan racional coloquio sobre su desgracia. Es que no saben expresarse, es que a lo peor se ponen violentos con los que teorizan sobre el desastre.

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