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Crítica:LIBROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Afectos y desafectos

J. Ernesto Ayala-Dip

Fede, el niño de 13 años que tiene unos padres que lo dejan que crezca a la buena de Dios, cree que su ídolo es Sid Vicious, el líder de los Sex Pistols. Pero si Fede hubiera podido leer Corazón de napalm, la novela en la que Clara Usón lo hace uno de sus protagonistas, seguramente hubiera compartido su admiración con Antoine Doinel, el desdichado protagonista de Los cuatrocientos golpes. La nueva novela de Usón comienza en el mismo territorio metafórico donde terminaba la célebre película de Truffaut: una playa. A Fede, como a Doinel, le resbalan los estudios, y como Doinel, siente que no tuvo la rutinaria y esencial suerte de ser querido por sus padres. No pretendo insistir en la comparación. Podría con razón considerar la autora una ocurrencia mi referencia cinematográfica. Pero es que no se me ocurre (si de verdad se tratara de una ocurrencia) una mejor manera de trasladarle al lector de esta novela la materia emocional y psicológica de nuestro pequeño y desamparado niño.

Corazón de napalm

Clara Usón. Seix Barral. Barcelona, 2009

367 páginas. 18,50 euros

Más información
La hermana de Sherezade

Clara Usón divide su novela en dos historias. Ninguna de las dos líneas argumentales, que se alternan, hace sospechar la manera en que convergerán al final. Una historia es la de Fede y la existencia autodestructiva de sus padres en los años ochenta. La segunda es la de Marta Valdés, una pintora casi secreta de Valladolid que vive en Barcelona y que se gana la vida pintando los sí exitosos cuadros que firman otros. Así que tenemos dos suelos morales bastantes movedizos: la irresponsabilidad paterna y la impostura artística. Algunos de estos asuntos ya los trató Usón en su novela anterior, Perseguidoras, sobre todo el de la droga y sus efectos devastadores, y esas vidas erráticas que tanto compendian nuestro mundo contemporáneo.

Usón ha entendido (y ha representado con una precisión encomiable) una regla de oro de la complejidad humana. No hay método más infalible para hablar de los afectos que hacerlo desde los desafectos. El mundo de la pintora nos toca más de cerca: no hay impostura artística sin artista que lo quiera. Y de eso todos tenemos de vez en cuando alguna noticia. Y por fin queda la culpa y los remordimientos, que hay que tenerlos. Creo que esto nos dice Usón en su magnífica novela: cómo se podría soportar si no una historia tan triste como esta de una madre y su hijo.

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