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CÁMARA OCULTA
Columna
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Ejecutivos de golf

Alguien ha debido de echarle mal de ojo al pobre Terry Gilliam. Este pirado director estadounidense tamizado por el humor británico ha realizado no pocas películas importantes: Brazil, Los héroes del tiempo, Los caballeros de la mesa cuadrada, El rey pescador, Doce monos... En ellas ha volcado imaginación desbordante, humor corrosivo y siempre cierto afán por renovarse y buscar conflictos nuevos. Por lo tanto ha tenido enfrentamientos con los ejecutivos modernos y blandos que imperan en las compañías cinematográficas. Suelen estar convencidos de su eficacia aunque metan la pata con harta asiduidad. En contradictoria consecuencia, van pasando de compañía en compañía, siempre equivocándose y siempre ascendiendo. Para contarlo, Kevin Smith (Clerks). Vean su discurso ante unos estudiantes en www.youtube.com/watch?v=vgYhLIThTvk. Delirante.

Terry Gilliam no ha tenido suerte últimamente. Se le puso enfermo Jean Rochefort, el actor principal de El hombre que asesinó a Don Quijote, y se vio obligado a interrumpir el rodaje sine die. Como testimonio ha quedado un magnífico documental, Perdidos en La Mancha. Está en DVD. Y a Gilliam se le murió el pasado año, en pleno rodaje, Heath Ledger, protagonista de su última película, El imaginario del Doctor Parnassus, probablemente uno de esos disparates geniales con los que suele sorprendernos el director. Quizás haya acabado siendo un despropósito aún mayor al haber tenido que recurrir a Johnny Depp, Colin Farrell y Jude Law, tres actores que se prestaron a sustituir al amigo muerto. Pero una vez acabada la película le han dado con la puerta en las narices esos ejecutivos preocupados por el golf y los business antes que por los riesgos: "Demasiado experimental". Uno tiende a confiar más en los posibles errores de Gilliam que en los aciertos de esos muchachotes de gimnasio y golf. Imagínense lo que debió de sentir Fernán Gómez cuando los distribuidores españoles, que aún no jugaban al golf, le dijeron que El extraño viaje era una película muy oscura, razón por la que decidieron mantenerla oculta. Cuando se estrenó siete años más tarde, aquellos imbéciles ya no estaban al frente de la distribuidora, y la película es considerada hoy una obra maestra.

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