"Los coches me encontraron, yo no los fui a buscar"
Con su barba incipiente, su mirada profunda y una sonrisa eterna, Salvador Claret ofrece una imagen un poco bohemia. Nos recibe en su casa de Sils (Girona), un auténtico museo. Montones de revistas afloran por las estanterías, adornadas con recortes de periódico, trofeos, coches en miniatura, maquetas, regalos de destacados pilotos y archivos de correspondencia llegada de todo el mundo. Es coleccionista de coches y persona vinculada a todas las actividades del mundo del automóvil. Su colección privada consta de 140 coches; desde un carruaje de vapor construido en Francia con mecánica anglosajona (1883), hasta el Ford Sierra que utilizó Carlos Sainz en 1987. Es la mejor para explicar la historia del automovilismo en España.
Su colección es el mejor manual de la historia española del automovilismo
"Aquí vivió mi padre, Salvador, que fue un visionario", explica en el trayecto a Can Pou, el clásico restaurante de Vidreres famoso por sus especialidades de cocina catalana. "Creó la primera autoescuela de Girona en 1935, cuando los jóvenes querían sacarse el carné para alistarse, como en la Guerra Civil. Después, en 1945, construyó el Hostal de la Selva, donde unió los conceptos de restauración, hostelería, garaje y gasolinera. Pareció un presagio del boom turístico de Costa Brava. Y a finales de los cincuenta se tomó en serio coleccionar coches".
Cuando Salvador nació, en su casa había ya un Delhaye 135 y varios Midget de carreras. "Me encontraron ellos a mí, yo no los fui a buscar", confiesa, ante una gran bandeja de carn d'olla (una especie de cocido). "Me encanta este plato porque combina las verduras con carnes de muy distintos sabores".
Es un personaje conocido en todas partes por sus estudios, sus libros y sus contactos en el mundo del automóvil. Ahora mismo es el comisario de la exposición The chequered flag (La bandera a cuadros), una historia del automovilismo de competición que reúne en Montmeló algunas piezas únicas: entre otras, el Ferrari 553 Super Squalo de F-1 (1955), el Alfa Romeo P3 (1934), el McLaren Mercedes MP4-15 y el Renault R-25, con el que Alonso fue campeón del mundo de F-1 en 2005.
"Me gustan los coches desde todas las perspectivas: los admiro, los disfruto y los estudio", comenta. "Aún recuerdo los tiempos en que salíamos de casa con mi padre en tren, con la lata de gasolina, la caja de herramientas, la mancha y los obuses
[válvula que permite hinchar las cámaras] para ir a buscar algún coche desvalijado. La Guardia Civil nos paraba. '¿Dónde van con este trasto?'. Pero se acostumbraron: 'Son los Claret', comentaban después". Así se fue llenando esta colección que incluye el Rolls-Royce de la condesa de Güell o el Ford de Madelene Carol, algunos Alfa Romeo, Ricart, David, Salvadó, Hispano Suiza, Pegaso, Mayback, Mercedes, Jaguar, Ferrari, Bugati y Avions Voisin históricos. Coches por los que pagaron entre 500 y 2.000 pesetas y que ahora valen 200.000 euros.
Mientras agota su helado de coco, se pone serio. "No he sido capaz de transmitir a mis hijos lo que mi padre me transmitió a mí". "Pero no significa nada, porque ahora me ven al frente de la nave. Algún día descubrirán el valor de todo eso y seguirán la tradición".
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