Sobre un catálogo y sobre un libro
Ensayo. No es un tema demasiado interesante comprobar, para servir a no sé qué formas de consuelo, que en España se publican muchos libros, que se traducen muchísimos -más por supuesto de lo que la calidad de esos libros merece-, que, tal vez por ello, la industria editorial es sin duda poderosa y que, paradójicamente, según algunas encuestas, se lee poco y el nivel cultural de los jóvenes es bastante bajo. Esta última cuestión merecería un análisis detenido sobre bases sociológicas y pedagógicas.
Pero lo que pretendo plantear ahora es algo que tiene cierta relación con lo anterior pero que apunta a otros problemas. Me refiero a esos círculos, circuitos o, si me perdonan, circos culturales donde, como en los peores programas de televisión, se montan famas y se fabrican famosos. En algunos ámbitos literarios o, con un adjetivo que puede convertirse en odioso, intelectuales, se citan insistentemente determinados autores, y estas citas parecen otorgar una misteriosa carta de ciudadanía para pasajeros famosos. Al final constituyen una especie de canon que establece lo "culturalmente" correcto, lo que vale, lo que importa. Otra paradoja también, porque la "verdadera" escritura suele ser incorrecta, "distinta".
Esta oposición entre ruidos mediáticos: sucesos, politiquerías, fantasmagorías, aterrorismamientos, catástrofes, glorificaciones, demonizaciones, y otras explosiones de la historia, choca con el silencio, incluso con el desconocimiento, por ceñirme sólo al mundo de los libros, que se tiene de la actividad ejemplar de algunos editores, investigadores o escritores de los que apenas hay noticia en los medios de información. Pienso, por ejemplo, en la excepcional labor que desde 1983 ha llevado a cabo la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León y en ella Agustín García Simón, director de la Unidad de Publicaciones. El extensísimo catálogo -más de quinientos títulos- es una prueba de esta ejemplar empresa cultural que ha sobrenadado a cualquier embate político. Espero que debido a la calidad de su catálogo alguno de los importantes diarios de nuestro país lo haya recogido en sus páginas culturales. La cantidad y excelencia de las obras publicadas merece reconocimiento, si es que no hemos perdido el norte de eso que se llama cultura. Porque hay una verdadera y una falsa cultura y una tarea esencial de la memoria es distinguir, en la historia, la realidad y sus esperpentos.
De ese catálogo, por citar un único ejemplo, destacaré la edición que ha hecho Mauricio Jalón de la Plaza Universal de todas las ciencias y artes, de Cristóbal Suárez de Figueroa, publicada en Madrid en 1615. Este libro era una especie de refundición del libro de Tomaso Garzoni, publicado en Venecia en 1589.
Al final de su excelente prólogo, dice Mauricio Jalón, "un libro de libros suele contener muchos tesoros de la memoria". Los dos volúmenes, magníficamente editados y anotados, son reflejo de esos tesoros. En ellos se descubre una parte sustancial del suelo, la sociedad y la vida desde donde se alzaba el oro del lustroso siglo de nuestras letras.
Sólo para abrir el apetito de su lectura y descubrir, de paso, una pequeña parte del catálogo que viene anunciado en sus solapas, mencionaré los títulos de algunos de sus sabrosos capítulos: De los gramáticos y maestros de muchas obras, De los príncipes y tiranos, De los matemáticos en general, De los cirujanos, De los albañiles, De los perfumadores, De los exorcistas y conjuradores, De los maldicientes, De los profesores de lenguas, De los pastores en diversos ganados, De los filósofos en general y en particular de los físicos, éticos o morales, económicos, consejeros, secretarios y metafísicos, De los que tratan en lino o cáñamo, De los profesores de memoria, De los pobres mendigantes, De los arrieros de varias bestias, De los sepultureros, funerales y colgadores de iglesias, De los simplicistas y herbolarios, De los teólogos en universal y en particular, De los cazadores, De los maestros de ciencias y costumbres de niños, de los catedráticos de escuelas y sus estudiantes, De los zapateros, De los espejos y sus artífices, De los poetas y humanistas, De los pellejeros, De los impresores, De los relojeros, De los centinelas, espías y soplones, etcétera. Una historia maravillosa de la vida de un país. ¡Lástima no tener ocasión para detallar tan asombrosa y enriquecedora pintura!
Plaza Universal de todas las ciencias y artes. Cristóbal Suárez de Figueroa. Edición y prólogo de Mauricio Jalón. Junta de Castilla y León. Dos volúmenes. 1.070 páginas. 60 euros.
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