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Una enconada y larga disputa

Cuando en 1933, el ingeniero aragonés Manuel Lorenzo Pardo presentó el plan hidrológico nacional que le encargó el ministro de Obras Públicas Indalecio Prieto, la propuesta de trasvase Tajo-Segura formó tal revuelo que el proyecto fue sustituido por el del trasvase del Ebro al Segura. Ninguno de ellos se ejecutó. Varios años después de inaugurar Franco el embalse del Cenajo, el Gobierno encargó en 1966 la realización del proyecto y en 1979 comenzó a funcionar el trasvase.

El agua del Tajo transformó las tierras resecas del campo de Cartagena en prósperos invernaderos y frutales. Eso explica la defensa de los trasvases que hace la inmensa mayoría de la sociedad de Murcia -la cuenca incluye parte de Alicante y Almería- y el castigo que sufre el político que ose cuestionarlos. Y eso que inicialmente se preveía trasvasar 1.000 hectómetros cúbicos al año pero la ley del trasvase lo dejó en 600. Aún así sólo en 2000 se alcanzó esa cantidad.

El agua riega decenas de miles de hectáreas de limones y naranjos, de frutales y de otros cultivos de 70.000 regantes y supone casi la mitad del abastecimiento de 2,5 millones de personas de Alicante, Murcia y Almería.

Mientras, Castilla-La Mancha sostiene, de forma unánime, que Murcia se bebe un agua que no tiene y que hipoteca con ello el progreso de los manchegos.

Ahora, el fin de la sequía ha dado un respiro ya que los embalses de los que parte el trasvase salieron a principios de mes de la situación de emergencia.

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