Inmigración y utilitarismo
Se acepta ya sin rubor en nuestro país la idea de que los inmigrantes poseen una única dimensión: la de ser "mano de obra" que se necesita en mayor o menor medida dependiendo de cuál sea la exigencia del mercado de trabajo.
Se les considera exclusivamente como un factor más de la producción, como simple mercancía que se importa cuando el abastecimiento nacional es deficitario o se les cierra la aduana cuando el mercado está saturado. Por eso, tras unos años en que eran necesarios miles de ellos para cubrir los puestos de trabajo vacantes por su baja remuneración o por sus condiciones laborales, ahora, con la llegada de la crisis, ya no los necesitamos y se impone reducir drásticamente el número de los que llegan y persuadir o perseguir a los que viven aquí para que se vayan.
Recientemente, el ministro Rubalcaba se felicitaba porque "en 2008 se han repatriado más inmigrantes y a más países que en años anteriores" y "cada vez entran menos y cada vez salen más". A estos objetivos responden claramente las recientes medidas adoptadas por los ministerios de Interior y de Trabajo.
Olvidan que la política migratoria no puede reducirse únicamente a una consideración utilitarista de las personas y se olvidan igualmente de reflexionar sobre las causas reales de las migraciones.
El nivel de vida en los países de origen no se debe sólo a sus gobernantes. Han sido los países del Norte los que antes han empobrecido y siguen esquilmando a los del Sur. Por eso no es decente pensar que su pobreza nos es ajena.
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