Las víctimas del 11-M no fueron invitadas al principal homenaje
Políticos y afectados recuerdan por separado el quinto aniversario
El recuerdo era lo único que podía unir ayer a las víctimas y a los cargos públicos. Pero ni siquiera en eso coincidieron. Los homenajes a los 192 muertos y más de 1.800 heridos en el quinto aniversario del 11-M fueron dispersos. Las instituciones fueron por un lado y las víctimas y los sindicatos, por otro. La mañana estuvo regada de convocatorias en las que destacaba el malestar de las asociaciones por la ausencia de líderes políticos. Nada que ver con el multitudinario acto oficial que se celebró en la madrileña estación de Atocha durante los cuatro años anteriores.
El Ayuntamiento de Madrid, que organiza este homenaje por primera vez, optó por depositar una corona de laurel en la sala del monumento a las víctimas del 11-M en Atocha y guardar cinco minutos de silencio. El alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón, estuvo acompañado por la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, y los portavoces de los tres grupos municipales (PP, PSOE e IU).
Incluso este sencillo acto dejó mal sabor de boca a la mayoría de las cerca de 200 personas que se acercaron a Atocha. El protocolo les obligó a presenciar el homenaje agolpadas ante la cristalera que separa la sala del vestíbulo. No les permitieron entrar hasta que los políticos abandonaron el recinto, es decir, hasta que terminó el acto. No se escuchó un solo grito de protesta, pero en voz baja los familiares sí se lamentaban: "Es una vergüenza. Nos han echado para hacerse la foto", afirmó, alterada, una mujer cuyo hijo de 24 años murió en los atentados.
Media hora más tarde y a 300 metros de Atocha, representantes de varias asociaciones de víctimas europeas del terrorismo rindieron su homenaje en el Bosque del Recuerdo. Y a la misma hora, la asociación de Pilar Manjón recordó a las víctimas en el lugar donde explotó uno de los trenes.
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