Sangre entre las pieles
Una novela de las que uno creía que ya no se escribían: grande, generosa, llena de personajes, sentimientos y aventuras; de horizontes enormes, con tramperos, indios y lobos. De gozosa e impagable lectura. Entretenidísima, emocionante y conmovedora. Las referencias a Jack London y su mundo del Gran Norte son claras: perros, el siseo del trineo en la nieve, rifles, frío lacerante, la naturaleza en su más sobrecogedora belleza. También están Curwood y Verne -El país de las pieles-. Pero Stef Penney ha puesto muchísimo más: una intriga de novela negra que transcurre en la blanca tundra, ecos de Agatha Christie entre las claustrofóbicas empalizadas de los fuertes helados, afectos y pasiones dignos de Jane Austen trenzados en una filigrana de escarcha, retratos psicológicos de gran calado perfilados en la nevisca, un toque de Conrad en los tenebrosos puestos comerciales corrompidos y en la duda del propio valor.
La ternura de los lobos arranca como una polifonía de voces que confunden al lector hasta que éste va individualizándolas y ordenándolas para recomponer el mosaico del relato. La acción se desencadena con un suceso, el asesinato de un trampero, que sirve de detonante para que la aparente calma de la población de Dove River salte hecha pedazos y emerjan todas las tensiones acumuladas durante años. En la trama central se irá engarzando de manera asombrosa toda una serie de historias paralelas: las desaparecidas niñas Seton, la peripecia del rescatador Sturrock y su ambiciosa búsqueda arqueológica de un ignoto alfabeto indio, la suerte de la perdida cuadrilla de noruegos desertores, el tesoro de fastuosidad sedosa de pieles de marta, zorro plateado y negro...
En su superficie, la novela es fiel a las reglas del gran género de aventuras: asistimos a las peripecias de diferentes partidas que se sumergen en el salvaje invierno canadiense una detrás de otra -en pos del asesino, del fugitivo o de los que les buscan-. Los personajes se enfrentarán de diferente manera a la ordalía del trayecto. Lucie Ross, la sugestiva voz en primera persona que acaba apoderándose del relato (y que en sus miedos y fragilidad psíquica refleja a la propia autora), descubrirá una agreste e indómita felicidad liberadora en su marcha al lado del rudo trampero Parker, de madre mohawk. Pocos momentos tan hermosos reporta la literatura reciente como aquél en el que el mestizo y la mujer observan juntos un lobo y ella, entre la nieve refulgente, descubre cómo se desvanece su miedo. -
La ternura de los lobos. Stef Penney. Traducción de Ana María de la Fuente. Salamandra, Madrid, 2009. 448 páginas. 19 euros. La tendresa dels llops. Traducción de Elena Martí Segarra. La Magrana. Barcelona. 448 páginas. 19 euros.
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