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Reportaje:

Escondidas o desplazadas

La prohibición de la prostitución callejera en Lleida vacía las zonas habituales

"Es muy difícil poner puertas al campo. Si no lo han conseguido en otras ciudades, tampoco lo conseguirán aquí". La brasileña Isabel desafiaba ayer con estas palabras el primer día de la aplicación de la nueva ordenanza del civismo de Lleida que prohíbe la prostitución callejera. En los lugares habituales no se veían. Muchas se escondieron. Otras, se desplazaron.

Son pocas las que se atreven a hacer declaraciones sobre la ordenanza que les prohíbe trabajar en la calle y menos las que se dejan fotografiar. Tienen miedo de sufrir represalias. Natalia C., de 31 años y natural de Rumania, lleva tres años en Lleida y afirma que no está dispuesta a dejar la prostitución porque se gana muy bien la vida y quiere ahorrar mucho dinero para poder regresar a su país y asegurar el futuro de su hijo y de su familia. "Intentaré que no me cojan, pero si lo hacen pagaré la multa y continuaré", dijo.

La policía municipal advirtió a unas 20 mujeres de la prohibición

El estreno de la ordenanza se saldó con una veintena de advertencias de la Guardia Urbana a mujeres que ejercen esta actividad. La mayoría decidió esconderse o cambiar su ubicación habitual para evitar los controles. En la primera fase del operativo no se impondrá ninguna de las multas de entre 300 y 3.000 euros previstas tanto para las prostitutas como para los clientes que las contraten.

La entrada en vigor de la normativa, aprobada hace un mes por el Consistorio ilerdense, logró que la prostitución callejera desapareciera de los lugares habituales donde se venía practicando desde hace años. Algunas hicieron caso y se retiraron, pero otras decidieron desplazarse a unos dos o tres kilómetros de distancia y situarse fuera de los límites del término municipal para eludir los controles.

Tres vehículos de la Guardia Urbana patrullaron durante la tarde y noche del sábado por las zonas más conflictivas de la ciudad, principalmente en el barrio antiguo, la entrada a Lleida por la antigua carretera N-II y salida de esta misma vía en dirección a Zaragoza.

La primera visita que recibieron las mujeres y travestidos que tomaron posiciones en esos enclaves para ofrecer sus servicios sexuales fue la de la Policía Municipal. Los agentes de este cuerpo se dedicaron a informar a las profesionales del sexo de que el artículo 14 de la nueva ordenanza municipal prohíbe el ejercicio de la prostitución en la vía pública y a advertirles de que si continúan trabajando en la calle serán multadas.

En Lleida se ha detectado en los últimos meses un descenso significativo de la prostitución callejera debido a la crisis y al temor a las multas. El 91% de las mujeres que se dedican a este oficio son extranjeras, mayoritariamente del Este de Europa, Brasil y Nigeria. La concejal de Seguridad, Sara Mestres, asegura que el Ayuntamiento no persigue la prostitución por un afán recaudatorio, sino que pretende convencer a las personas que la ejercen a que no lo hagan en la calle y se acojan a planes de reinserción.

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