La Cruz madrileña de Almodóvar
La he visto en Abrazos rotos, en Chicas y maletas y La concejala antropófaga, tres almodóvares en uno al borde de estreno. La he visto en las calles de Madrid, ese pueblo nuestro cercano a Alcobendas. La he visto nocturna, desnuda, vestida, peinada, Sabrina, Holly Golightly, Audrey Hepburn, Gene Tierney y ella misma. La plebeya sofisticada, la actriz capaz de hacer bueno, sacar oro y Oscar donde apenas había guión o dirección aunque se firmara con el nombre de otro que también se llamaba Woody Allen. He visto a Penélope de verdad, no a la Pe de Mérimée. Madrileña, sin Vicky, sin Cristina y sin Barcelona. La he visto en brazos, cabeza y alma de Almodóvar. Su cuarta vez. Su mayor protagonismo, ¿su imposible segundo Oscar? Dentro de unos días, además de llenar vallas publicitarias de no sé cuántas glamurosas tentaciones, la chica que llegó del barrio será mucho más que la actriz de Allen, que la primera oscarizada española, será una chica Almodóvar. Algo que desean desde Kate Wintsley, sí, por favor, hasta Jeanne Moreau, más sí, por favor.
He visto a Penélope de verdad, no a la Pe de Mérimée. Madrileña, sin Vicky, sin Cristina y sin Barcelona
A cada uno su propia Cruz. Desde que hiciera aquella chica de la maleta y carretera en la película de Bigas Luna, acosada por Javier Bardem y deseada hasta por el toro de Osborne, hemos seguido a Penélope por muchas épocas, muchas tierras, algunos hombres y algunos alegres amigos. La hemos admirado, nos hemos olvidado de sus banales películas que iban serpenteando su carrera a un lugar tan solitario como la cumbre del universo en Hollywood. Un lugar donde tantos españoles de su profesión, y de otros oficios del cine, quisieron hacer carrera en los convulsos años treinta y muy pocos lo consiguieron.
Hay que tener mucho tesón, algo de suerte, ser de Málaga y llamarse Antonio Banderas para conquistar ese oeste. Otra manera: ser manchego, llamarse Pedro, dejarse querer, asomarse por aquellos bulevares, ganarse algún Oscar y volver al barrio. Volver a Madrid, su pueblo manchego.
No ha sido Pedro Almodóvar el primer manchego que ha triunfado en Hollywood. Hubo otros. El primero, un actor de reparto de apasionante vida y películas para el olvido. Se llamó Romualdo Tirado, llegó a la Meca del cine cuando todavía era silente, después de sobrevivir las hambrunas españolas, la guerra de Cuba, la revolución mexicana y la vida dura de un cómico de la legua. Desde su primera película en Hollywood, dirigida por Xavier Cugat -uno de los dos catalanes universales preferidos por Marsé, la otra es Carmen Amaya-, hasta su muerte en los años sesenta no dejó de trabajar en el cine y en teatros de Los Ángeles. Nunca fue famoso, nunca tuvo la fortuna de volver a su pueblo, Quintanar de la Orden. Olvidado actor de reparto, manchego en Hollywood. También se puede vivir sin Oscar. -
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