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Columna
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Salvar al Macho

El jurado popular que ha absuelto al hombre que asesinó, mediante 57 puñaladas, a una pareja homosexual -aduciendo que lo hizo movido por el pánico a ser violado-, no sólo ha demostrado ser rabiosamente homófobo. Su sentencia acredita también que esos hombres y mujeres sin piedad (para las víctimas) están poseídos por el terror a la pérdida de los roles tradicionales. Que temen el fin del Macho y se sienten obligados a defenderlo, a protegerlo. Es una especie en extinción, compréndanlo. ¡Un hombre que mata -y con ensañamiento: así de ofendido en lo viril se sintió él- por salvar su honra! Su sagrada honra posterior: ese sanctasanctórum en donde mora la más rancia Masculinidad, posiblemente custodiada por Indíbil y Mandonio de incursiones más o menos púnicas.

Parece claro, según el relato de los hechos, que el tal Jacobo accedió a prolongar en casa de Isaac y Julio una juerga de cocaína y alcohol que había iniciado en un pub con el primero. ¿Su comportamiento, su disponibilidad, hizo concebir esperanzas a los otros, les condujo a propasarse? En caso afirmativo: un no es un no, y si Jacobo se negó a tener tratos sexuales con sus anfitriones, ellos debieron poner fin al acoso. No lo hicieron, y él se defendió: 57 veces. ¿De ellos, de sí mismo? ¿Recuerdan la reacción del personaje de Chris Cooper al final de American Beauty, cuando asesina creyendo que mata al gay que lleva dentro?

Me juego unas bolas chinas a que el mismo jurado habría pronunciado un veredicto de condena, de haber tenido que juzgar a una mujer, y de haber sido las víctimas un par de machos conquistadores. ¿No habría ella dado pie, provocándoles, bebiendo y esnifando en su compañía, poniéndoseles fácil?

¿Dónde eligen a los jurados populares? ¿En un casting de Los Picapiedra?

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