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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Rejodida recesión

Si usted se siente achicopalado y temeroso ante este catastrófico escenario de crisis económica, déjeme contarle que habemos muchos que somos hijos de las crisis, hemos vivido tantas, que aprendimos a perderles el miedo. En nuestros países latinoamericanos han sucedido calamidades económicas desde hace décadas, razón por la cual nos acostumbramos a vivir en la incertidumbre, convirtiéndola en una forma de vida. Cuando aterrizamos en Europa y pensamos que ya nos habíamos salvado de aquel destino fatídico, nos cae esta recesión, que nos deja rejodidos, pues si uno fue víctima del efecto tequila, caipiriña o corralito, este ramalazo de jamón ibérico es igual de perverso, con la única diferencia de que aquí no se puede improvisar. Pensaba en ello caminando por el paseo de Gràcia al imaginar las muchas cosas que uno podría hacer si pasa a formar parte del G-4 (el grupo de los casi cuatro millones de desempleados) y advertí, que nada podría prosperar en esta sociedad altamente regulada. Por ejemplo, en Latinoamérica, si un padre de familia se queda sin trabajo, a las 24 horas de estar en la calle sin haber cobrado indemnización, como es costumbre, se apresta a convertir su coche en taxi y a la mañana siguiente sale a buscar pasaje. Su mujer irá a vender comida en una canasta a un cruce transitado, por decir Balmes con Diagonal, colocando solamente unas sillas y un letrero escrito a mano que diga "para chuparse los dedos" . Si tuvo éxito, invitará a la cuñada para que ponga un anafre y cocine ahí mismo sus especialidades. La humareda no despertará ninguna inquietud, pues es el modus vivendi de muchos, el oficinista regresará a visitar sus clientes oliendo a fritanga, pero al menos, bien comido y sin gastar mucho. Los hijos, después de asistir a la escuela, irán a las terrazas de los restaurantes para sugerir de mesa en mesa bolear los zapatos a cambio de unas monedas o limpiar su coche mientras lo ha dejado estacionado. Si no encontró sitio, el mismo joven le ofrecerá aparcarlo, y si lo detuvo en lugar prohibido, vigilará para avisarle cuando se aproxime la policía y evitarle una multa.

Barcelona sufre complejo de familia venida a menos y está abstraída en ver cómo se esfuman los buenos tiempos

Las hijas irán de casa en casa para hacer arreglos de costura, facilitando el servicio a domicilio, o en su coche, pues uno de esos atascos de la Ronda Litoral o la Gran Via en hora pico, serían susceptibles para asaltos de todo tipo de vendedores que le ofrecerían desde un refresco hasta una camiseta con leyendas chuscas burlándose de la crisis; en fin, una larga lista de la llamada economía subterránea, que en Latinoamérica permite la supervivencia de millones de familias, impensable en Europa, donde lo único subterráneo se refiere a las vías del metro.

En nuestros países, la mente vive alerta ante las oportunidades y cualquier desavenencia se transforma en fuente de creatividad. El mañana no existe, razón por la que no se piensa en el futuro. ¿Jubilación? Uno trabaja hasta que el cuerpo aguante. ¿Cobrar el paro? Esas ayudas no existen en el mal nombrado Tercer Mundo. ¿Seguro de vida? Nadie piensa en la muerte. Enfermarse y tomar vacaciones es un lujo. ¿Cerrar todo agosto? Sólo en una película de ficción. Este caos, que para nosotros significa orden, nos otorga flexibilidad, alta tolerancia al estrés y, por tanto, a la frustración, aptitudes difíciles de encontrar en Europa.

Cuando hace cinco años recorría esta ciudad, me parecía que sufría el mal del nuevo rico, pues tiraban a la calle auténticos tesoros producto de las feroces remodelaciones. Ahora creo que sufre el complejo de la familia venida a menos, abstraída en cómo se pudieron esfumar los buenos tiempos. Lo peor de todo es el pánico que se percibe en los rostros de la gente, un miedo que a veces contraigo de manera viral, y ése es el rasgo más terrible de integración a esta cultura.

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