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Columna
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Barcelona, los árboles y el bosque

Los árboles y el bosque: ¿es posible mirarlos a la vez? La estupenda exposición del pintor pop alemán Thomas Bayrle en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) hace de ese imposible que es ver a la vez los árboles y el bosque su gran tema con un escalofriante resultado. El arte permite unir esa doble mirada. ¿Las consecuencias? De los pequeños miedos de cada individuo, cada día -ahí están los árboles- surge el dibujo pavoroso del gran miedo colectivo, es decir, del enorme bosque de la realidad común. Vale la pena plantarse en el Macba, enfrentarse a esta punzante radiografía de nuestro mundo -titulada Me temo que ya no estamos en Kansas- y reflexionar sobre por qué Bayrle ha sido un desconocido entre nosotros hasta ahora. ¡Somos tan ignorantes!

"Nuestros hombres sabios tampoco tienen las ideas muy claras: mandan el tópico y la confusión"

Los cientos (sic) de medidas que proponen los partidos catalanes para salir de la crisis son como un cuadro de Bayrle: fórmulas automáticas, árboles de un monstruoso bosque. También lo es esa moda del coche eléctrico: como robots, sin saber qué va a costar en energía, es aceptado por nuestras autoridades como la gran solución. Pobres tipos: el merecidamente llorado Ernest Luch me confesó acongojado en una entrevista, cuando era ministro de Sanidad, que el mucho trabajo que tenía le impedía pensar. "Es malo tener que actuar sin pensar", dijo. Si hubiera pensado un minuto, el actual titular de Sanidad, Bernat Soria, se habría cuidado de bendecir la vacuna que presuntamente previene el cáncer de cuello de útero: no todo invento vale, no toda moda es saludable. Y el bosque de la salud requiere muchas comprobaciones en cada árbol.

Hay que pensar unos minutos lo que se hace: pensar a la vez en los árboles y en el bosque no es fácil. Y esto vale para los submarinos nucleares, francés e inglés, que chocaron en pleno Atlántico -y que además se ufanan de lo bien que se camuflan-, como para la señora Sánchez-Camacho, que se confunde a sí misma con el presidente Obama en unos increíbles carteles que presentó, tan contenta, hace poco. Quién sabe si la terrible crisis que llena de miedo a tantos y producirá en 2009, según la Organización Internacional del Trabajo, 240 millones de parados mundiales, además de 200 millones de trabajadores pobres, habría sido otra cosa si en vez de actuar automáticamente algunos se hubieran detenido a pensar sobre las consecuencias de sus actos.

¿Todo se reduce a pensar mirando hacia los árboles y el bosque? Parece claro que ya somos más pobres; aún podemos serlo más. Un gran momento para que esta querida y nueva Barcelona se lama las heridas o se salga por la tangente creyendo que todo lo solucionará un aeropuerto o un hotel en la Barceloneta. Esconder la cabeza bajo el ala: no sería la primera vez que los barceloneses -árboles en el bosque que llamamos Barcelona- reaccionan así. El wait and see es un hábito cultural arraigado.

Éste es el confuso mejunje en medio del cual, hace unos días -como bien informó Catalina Serra en este diario-, dos barceloneses notorios se arremangaron y, exhibiendo sus posturas casi opuestas -lo cual es doblemente meritorio en esta ciudad-, se lanzaron a describir el bosque y el rumbo de sus árboles. "Barcelona ha acabado una etapa (...). Lo que parecía más sólido, el capitalismo, ha dejado de serlo (...). En cada barrio de Barcelona está el mundo entero", sentenció Ferran Mascarell, que ejerció como el historiador socialdemócrata que es. El antropólogo Manuel Delgado, muy en su papel de Roberto Saviano local, iba más allá: "Mirar al pasado es reaccionario (...). Ha habido una reapropiación capitalista de la ciudad, todos somos extras de un filmet publicitario. ¿Qué futuro tenemos si lo que queríamos era ser un producto de consumo turístico?". También Mascarell se preguntó qué ciudad queremos, como si Barcelona fuera un hijo colectivo, sentimiento que, salvo los nacionalistas -es un clásico-, todos los demás podemos compartir: cada árbol dibuja el bosque.

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La sesión, muy concurrida, tuvo notable interés: dos señores desnudaron su inteligencia o su ausencia de ella. Muy arriesgado para un barcelonés común desconcertado, pero nuestros hombres sabios tampoco tienen las ideas muy claras: manda el tópico y la confusión, los árboles sin bosque. ¿Mayorías o minorías? ¿Proyecto o anarquía?

"Veo la ciudad como cosa de mayorías. Las minorías me estimulan", cerró Mascarell. "Las minorías ven lo que otros no ven. Que hagan lo que quieran [los que mandan, sobreentendimos; otra minoría, dicho sea de paso] que nosotros también lo haremos", concluyó Delgado. Miles de Barcelonas, como ya escribió Manolo Vázquez Montalbán. Hoy el vendaval sacude el bosque y los árboles; algunos intentan comprenderlo. Hacen bien. Alguien tan riguroso y moderado como el catedrático Antón Costas describía esta semana en este diario a los banqueros como "personas no prudentes, son bipolares (...). Más que compensar, refuerzan la tendencia maníaco-depresiva del capitalismo". Apasionante mirar el bosque y los árboles. Juntos.

m.riviere17@yahoo.es

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