Riesgos compartidos
Sólo hay una certeza que comparten todos los partidos con opciones con sentarse en el Parlamento vasco, y no es de anteayer: nadie va a ganar por mayoría absoluta. Quizá por eso resulta más pesada la incertidumbre sobre lo que deparará la noche electoral. No se trata sólo de saber qué partido alcanzará la mayoría relativa -en esta división sólo juegan el PNV y el PSE-, sino de ponderar las distintas combinaciones que permitirían a uno u otro gobernar.
Los días posteriores no van a ser menos cardiacos que la noche del 1 de marzo. Sabiéndolo, Juan José Ibarretxe y Patxi López evitan la pregunta de con quién gobernaría en el caso de que... (póngase aquí todas las fórmulas posibles) como si se tratara de la criatura de Alien. En estos comicios huérfanos de acuerdos preelectorales, los pactos postelectorales (tácitos o explícitos) van a cobrar una importancia decisiva a la hora de elegir al lehendakari y formar una mayoría de gobierno. Sin embargo, será más fácil que el candidato enseñe su declaración de la renta, que desvele las opciones que maneja para alcanzar sus objetivos.
La razón de este tabú no es únicamente instrumental (evitar que parte de su electorado se retraiga ante una alianza indeseada); tiene también mucho de acongojada inquietud. Desde que las diversas encuestas vienen anunciando que el tripartito no daría los 38 escaños de la mayoría absoluta ni siquiera sumándole un Aralar recrecido, Ibarretxe ha puesto sordina a inclinación por repetir la receta con la que ha gobernado hasta ahora. Y la dirección de su partido se lo agradece. Patxi López, por su parte, hace prodigios de equidistancia entre el PP y el PNV para afirmar una candidatura que inevitablemente necesitaría, al menos en la sesión de investidura, alrededor de una decena de votos ajenos.
La exigencia de compromisos claros que planteaba ayer Madrazo suena a ingenuidad en este momento procesal. Puede invocarse el derecho del elector a saber qué se va a hacer con su voto, pero el candidato también podría pedir que se le anticipara cuántos sufragios va a recibir. Los riesgos, pues, son compartidos.
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