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Referéndum en Venezuela

Chávez hasta dosmilsiempre

Los seguidores del presidente le apoyan incondicionalmente aunque critican el enriquecimiento de funcionarios al calor de la revolución

A la segunda intentona, Hugo Chávez ganó. El 54,36% de los venezolanos votó ayer a la reforma constitucional que le permitirá presentarse a la reelección cuantas veces quiera. Con el 94% de los votos escrutados, el no que defendía la oposición sólo logró un 45,63% de los sufragios. El presidente de Venezuela había ordenado a su poderosa maquinaria electoral que buscara el voto hasta debajo de las piedras. Chávez tendrá que enfrentarse ahora a dos grandes retos: gobernar con la economía en contra y cicatrizar la brecha en su partido entre las bases y los nuevos ricos surgidos a la sombra del poder.

El resultado satisfactorio del referéndum se conoció a las nueve y media de la noche (cinco horas y media más en la España peninsular), cuando el comité electoral certificó la victoria holgada del a la reforma constitucional.

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Hasta cuando la victoria no estaba clara, los fieles de Chávez sólo veían a un hombre en el futuro de Venezuela. Cuando se les preguntaba ¿quién puede sucederle?, los interpelados sonreían con picardía: "El comandante", dicen, "se ha encargado de eliminar a todos los que levantaban el vuelo. ¿Una alternativa a Chávez? Sólo Chávez". Como decía en la puerta de un colegio electoral Daniel Arévalo, el chavismo no se imagina sin Chávez. ¿Hasta 2012? ¿Hasta 2020? "Hasta dosmilsiempre...".

Pero ahora el presidente tendrá que cicatrizar la brecha entre los desfavorecidos que lo sostienen en el Gobierno y los que, al socaire de su poder, están haciéndose ricos sin disimulo. "Hay gente que está acumulando fortunas, y eso el pueblo lo ve", dice Lisandro Pérez, uno de los referentes de la revolución.

Hasta llegar a Pérez, más conocido por el sobrenombre de Mao, hay que pasar por calles donde se acumula la basura, chiringuitos en los que -a pesar de la ley seca- se consume cerveza al son de la salsa, atravesar un zaguán vigilado por dos muchachos con armas largas y ser supervisado por un veterano ayudante con gafas oscuras que hace de secretario o guardaespaldas. Detrás de la mesa, con su gorra con la correspondiente estrella de cinco puntas, su camiseta roja con el rostro de Mao y su buena información de siempre, está Lisandro, que actúa de registrador civil y de mediador en el barrio 23 de Enero. Detrás de su silla de jefe conviven en pacífica armonía una fotografía de Chávez, otra del Che, la obligatoria de Fidel, un Corazón de Jesús y una figura de Santa Bárbara, a quien los revolucionarios de los arrabales de Caracas -más rojos que nadie- respetan con honores de santería. A pesar del acompañamiento, Lisandro Pérez no es un loco ni un excéntrico, sino más bien todo lo contrario.

"El pueblo lo ve todo. En Venezuela no hay posibilidades de esconderse. Nos conocemos todos. Sabemos quién conducía un autobús urbano y ahora se está construyendo un palacio. No una casita digna, legítima, donde vivir con su familia, sino un palacio grosero. El pueblo ve todo eso y más. Y Chávez -con quien seguimos estando- debe saberlo". Mao dice todo eso con tranquilidad, no como una amenaza, pero sí como una advertencia serena. Después, y casi como secreto de confesión, Mao va desgranando a media voz una serie de nombres tocados por la sombra de la corrupción. Y después, como contrapeso, otra lista de gente cercana al presidente que, según sus datos, siguen manteniéndose firmes en la senda de la revolución.

No es el único seguidor acérrimo de la revolución que en las últimas horas ha expresado ante el periodista su rechazo a los aquí llamados boliburgueses, personajes muy identificables gracias a su irrefrenable deseo de ostentación. Circulan en todoterrenos del año, gustan de llevar escolta, visten ropa cara -entre la que no falta la indispensable guayabera roja para demostrar su amor al régimen- y viajan con frecuencia al extranjero, siempre en primera clase y representando al partido al que tanto deben o a algunas de las empresas que Chávez hizo estatales, aunque no más rentables.

Mientras, en los barrios de aluvión -sucios como siempre y peligrosos como nunca- los vecinos, imprescindibles en cada convocatoria electoral -15 en los últimos 10 años-, enrejan sus casas porque, aunque poco haya que proteger, menos habrá si algún malandro se cuela por la ventana. Mao, al igual que un rato antes Luis Casadiego, otro líder vecinal, muestra su preocupación de que el orgullo de la gente corriente se torne en resentimiento. "No se olvide, aquí el pueblo todo lo ve. Si yo", explica Lisandro, "me comprara un coche caro, no tendría dónde esconderlo". Como si lo hubiese escuchado, Chávez aprovechó su visita a las urnas para dejar en el aire una frase. La pronunció en medio de un discurso sobre otra cosa, sin venir a cuento, como un guiño a los suyos de siempre: "Yo nunca voy a hacer un pacto con la burguesía para apuñalar al pueblo por la espalda...".

Fuera del despacho de Mao, todo es música y fiesta. Aunque también preocupación. Durante las primeras horas del domingo, los partidarios del -también los del no- se percataron de que la afluencia a los colegios electorales era más baja que otras veces. Los más optimistas de uno y otro lado lo atribuyeron a dos factores. La celeridad con que se podía cumplimentar el trámite de votar, y la ampliación del horario en dos horas. De forma muy visible -rayana en lo ilegal-, los partidarios de Chávez pusieron en práctica el plan previsto. Grupos de leales, a bordo de coches, motos o a pie, salieron a la caza y captura de los vecinos perezosos. Bloque por bloque. Puerta por puerta.

Cola ante un colegio electoral de Caracas para votar sobre la enmienda que autorizaría la reelección indefinida de Hugo Chávez.
Cola ante un colegio electoral de Caracas para votar sobre la enmienda que autorizaría la reelección indefinida de Hugo Chávez.EFE

¿Qué se ha votado?

- Chávez sometió ayer a referéndum una reforma de la Constitución para gobernar (si va ganando elecciones) hasta 2021. Ahora, la presidencia está limitada a dos mandatos de seis años cada uno, con lo que Chávez dejaría el poder en 2012.

- Este cambio en la Constitución, que ha provocado una profunda división en la sociedad venezolana, ya se sometió a una consulta popular en 2007 y fue rechazado.

- Desde que Chávez llegó al poder hace 10 años, Venezuela ha celebrado 15 elecciones y referendos.

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