Paté de campaña
Los partidos tienen dos vidas: una propia y otra ajena. La propia, si no hay sobresaltos, dura unos cuatro años menos 15 días. La ajena coincide con esas dos semanas en las que los líderes, los cargos públicos, los elegibles se sienten solos, extraños y un tanto desvalidos. En ese momento llegan a resultar incluso tiernos, como un niño perdido en el parque. Ahora que ha comenzado la campaña oficial (la otra dura siempre por sí misma) se habrán fijado en la necesidad de calor humano que reclaman las formaciones políticas. Por ejemplo, un mitin no es sino una reunión familiar a la que uno acude para que le digan que el recién nacido es guapísimo, aunque sea más feo que un pie (esto lo he copiado de un ingenioso anuncio). Al mitin se va a aplaudir como se puede ir a aplaudir a un maltratador en El diario de Patricia. El candidato habla para los medios (especialmente para las televisiones) y el público aplaude al candidato para que salga en las televisiones en un clima de fervor.
Pero hay más. Antes que los mítines están las plataformas de apoyo a éste o aquel candidato. A mí me gustan estas muestras de sinceridad pública, sobre todo en un país dominado por el miedo, donde se prefiere vivir con poca luz y huir del sol del mediodía. Me gustan, aunque ya sé que entre líneas se pueden leer algunos casos de "¿qué hay de lo mío?" u otros de "no creas que yo no estoy contigo." Para los que miramos reconozco que hay un punto de voyeurismo, y para algunos de los que se apuntan hay una parte importante de exhibicionismo. Aun así, creo que hay más sinceros que falsos, aunque reconozco que no he rastreado hasta el último detalle los apoyos a Ibarretxe o Patxi López para comprobar si alguno no se ha colado en las dos plataformas por si llueve o sale el sol.
De momento, me quedo con los futbolistas, actores, médicos, funambulistas, barberos, filósofos, candidatos a algo o candidatos a nada que han tenido la valentía de decir públicamente que apuestan por alguien o por algo (si me dan a elegir, me quedo con lo segundo). Ése era un territorio que parecía reducido a la izquierda abertzale, tan dada a dar ruedas de prensa multitudinarias donde sólo acaba hablando uno, y a firmar, y firmar, y firmar manifiestos de intelectuales (?), futbolistas, presidentes de coordinadoras al uso y así.
"¡A la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo!", escribió hace muchos años Gabriel Celaya en un contexto diferente (¿o no tan diferente?) Decir lo que se piensa es una buena profilaxis social y personal, aunque muchos de los firmantes extrañen a algunos de sus compañeros de viaje y ansíen a los viajeros del otro tren. Creo que las plataformas de apoyo a Ibarretxe y a Patxi López reflejan, en todos los sentidos, la realidad del país. Otra cosa es que los candidatos, tan desvalidos ellos, se hayan dado cuenta o sigan revueltos en la maraña del paté de campaña.
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