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Turbulencias en la 'Bolsa del poder'

Las ideas que han dado las mayores horas de gloria a Davos están en crisis

Lluís Bassets

No hay una bolsa internacional del poder. Pero si alguna institución consigue aproximarse a un mercado donde se cotiza el valor de los Gobiernos, las corporaciones e incluso las personalidades, ésta es la reunión anual del Foro Económico Mundial. Estar en Davos es existir, aunque a veces sea a través del desplante o de la presencia rebajada al mínimo, como ha sido este año el caso de la nueva Administración norteamericana. Pero todavía es más importante hablar y actuar en los paneles de Davos, construir una buena agenda de contactos y amistades en las comidas y cenas restringidas, o monopolizar la entera atención de la cumbre de los ricos con una actuación excepcional, unas declaraciones o un acuerdo que abra telediarios o manche las primeras páginas de la prensa de todo el mundo.

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Este año, los organizadores insisten en que es la reunión con mayor y mejor asistencia de toda su historia. Pero esta cuarentena larga de primeros ministros y jefes de Estado que han acudido al encuentro y el número creciente de inscritos no esconde la dura realidad. Las ideas que han dado las mayores horas de gloria del foro están hechas trizas, tal como pudo comprobarse en el juego intelectual de uno de los encuentros, donde se fabricó una lista de conceptos que pasarían al basurero de la historia: el capitalismo financiero, la mano invisible de Adam Smith, los mercados desregulados, el dominio occidental del mundo del que tanto se beneficia Davos o los sindicatos franceses se situaron en lo más alto de las preferencias. Es visible la deserción del mundo de las finanzas, ocupado en otras cosas; a veces, en reunirse con los abogados para defenderse ante las demandas. Quienes han cobrado bonus como directivos de grandes empresas tampoco se han acercado este año por estas montañas.

Como en un efecto dominó, el derrumbe de los mercados financieros se ha traducido en inestabilidad e inseguridad de la propia Bolsa donde se cotizan y ha permitido que el foro alternativo, reunido en su novena convocatoria en Belém, volviera a rivalizar con la reunión del capitalismo global.

La asistencia a Davos se ha visto mermada también por este flanco, convirtiéndose en una debilitada presencia del entero continente americano: en Belém están cinco presidentes (Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Paraguay); en Davos sólo hay dos (Colombia y México), y falta el más significativo de todos, Barack Obama, que sólo ha mandado a su consejera especial Valerie Jarrett. No significa que América no cotice, sino que es el propio foro el que ha perdido puntos en América entera.

El continente euroasiático, en cambio, tiene una presencia abultada y visible. Y Asia especialmente. Desde la mirada oriental, ésta es la cumbre del resto, el conjunto de países que aspiran a jugar en el tablero mundial después del derrumbe de la idea de una única superpotencia. Pero buena parte de la agresividad exhibida en los últimos meses de la presidencia de Bush por este nuevo mundo multipolar ha desaparecido ahora con la llegada de Obama. Vladímir Putin estuvo algo más suave que de costumbre. También Wen Jiabao. E incluso el ministro de Exteriores iraní, Manouchehr Mottaki, suavizó las exigencias iniciales de su presidente Mahmud Ahmadineyad a Estados Unidos como condición para emprender una negociación bilateral: el ministro se limitó a pedir hechos que acompañen a las palabras de Obama, mientras que el presidente quiere que Washington se arrodille y pida perdón por sus pecados. Los iraníes llegaron a Davos con las valvas cerradas como un molusco atacado, y no es poco mérito que hayan empezado a relajarse un poco en estas alturas.

Uno de los países con mayor juego en Davos ha sido siempre Turquía, pero su presencia al máximo nivel está ahora amenazada tras el virulento incidente entre Tayyip Recep Erdogan y Simon Peres. En este caso, la presencia de ambos mandatarios en la bolsa del poder presiona a la baja. Turquía e Israel no salen muy bien libradas de este encontronazo a propósito de Gaza, aunque las opiniones públicas nacionales aprecien los gestos de defensa del honor y la valentía de cada uno. El percance es menor para el Gobierno turco, que tiene una gran capacidad de negociación en toda la región y es un buen intermediario prácticamente en todas las direcciones. Pero es un síntoma de cómo cotiza Israel después de la acción devastadora de 23 días sobre Gaza y su población. En mínimos históricos. Por cierto, nadie tiene noticia de cómo cotiza aquí el poder político español. No está. Ni este año ni prácticamente nunca.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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