Oleada de huelgas contra el empleo de extranjeros en Reino Unido
Trabajadores del sector energético exigen al Gobierno medidas proteccionistas
La huelga que arrancara hace cuatro días en una refinería de Lincolnshire, en el este de Inglaterra, contra el empleo de trabajadores extranjeros ha acabado extendiéndose por el territorio británico como una mancha que sugiere ciertos tintes xenófobos. Miles de empleados de varias plantas energéticas en Reino Unido salían ayer a la calle para reclamar al Gobierno laborista la adopción de medidas proteccionistas que detengan la proliferación de contratos con compañías foráneas, un recurso que abarata los costes y suele traducirse en el empleo de mano de obra procedente sobre todo del este de Europa.
El núcleo de la protesta se centra en la promesa de Gordon Brown, al poco de asumir el cargo como primer ministro (junio 2007), asegurando que velaría por procurar "empleos británicos a los trabajadores británicos". Ese falso y populista compromiso -el Gobierno no puede frenar el libre tránsito de trabajadores entre los países de la UE- ha acabado volviéndose en su contra en un contexto de crisis económica cuyas estadísticas de desempleo ya rozan los dos millones de personas (6,1% de la población activa). Y el mensaje ultraproteccionista, de tremendo calado entre las clases más golpeadas por la recesión, es explotado ahora más que nunca por la ultraderecha del Partido Nacional Británico (BNP, en sus siglas inglesas), que presenta claros visos racistas.
El núcleo de la protesta se basa en una promesa electoral de Brown
Total recomendó a sus contratados de fuera del país quedarse en casa
La mecha de las movilizaciones prendía en la refinería de Lindsey (nordeste de Inglaterra) a raíz del contrato para la construcción de una planta de desulfurización que la empresa Total ha suscrito con el grupo italiano IREM. La población de la zona alega que los más de quinientos trabajadores contratados por esta última firma son italianos y portugueses venidos expresamente para acometer el proyecto, excluyendo a la mano de obra local que empieza a engrosar las abultadas cifras de paro. Los sindicatos británicos aducen que ese gesto obedece a motivos de ahorro, mientras que la firma implicada esgrime la carencia de trabajadores cualificados entre la oferta local. Total ha garantizado que la operación no entrañará "despidos directos" en su factoría, pero los obreros desconfían de la promesa.
"La nuestra no es una manifestación contra los trabajadores extranjeros, sino contra las compañías que discriminan a los trabajadores británicos", aseguraba Bobby Buird, dirigente del sindicato mayoritario, Unite, añadiendo que "reivindicar nuestro derecho al trabajo no es una lucha xenófoba". Algunos medios británicos, encabezados por The Times, apuntaban sin embargo la presencia de elementos del BNP en la trastienda de las protesta y la reorientación de los lemas contra la mano de obra foránea.
Como medida de precaución, los responsables de Total recomendaban ayer a los contratados extranjeros de su planta de Lindsey que permanecieran en sus viviendas, mientras un millar de trabajadores británicos se manifestaban pacíficamente y rodeados por un importante dispositivo de seguridad frente a la sede de la compañía, reclamando al ejecutivo la protección de sus empleos. A esa consigna acabaron sumándose otros mil huelguistas en la proveedora de gas Milford Haven, al oeste de Gales, y centenares de empleados de seis grandes compañías energéticas escocesas, de una segunda refinería del nordeste de Inglaterra o de una estación eléctrica galesa, entre otros paros de ámbito más reducido. El comité de empresa de la planta nuclear de Sellafield (noroeste) también debatía ayer el apoyo a los huelguistas.
El suministro energético en las islas británicas está por el momento garantizado, aunque la protesta amenaza la ya precaria estabilidad del gobierno de Gordon Brown, situado doce puntos por debajo de la oposición conservadora en las últimas encuestas. "Entiendo la ansiedad de la gente sobre sus trabajos. Nuestra acción se dirige a garantizar que puedan retenerlos, a ayudar a quienes pierden su empleo para que encuentren otro y a alentar la formación de los jóvenes. Ese es el modo correcto de encarar el problema", declaraba el primer ministro desde el Foro de Davos. Pero el hincapié que hizo Brown en la necesidad de evitar la tentación proteccionista difícilmente contribuirá a calmar los ánimos de unos huelguistas que han proclamado la globalización como su bestia negra.
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