Emergencias y banca pública
La crisis financiera y la meteorología han venido a comprometer la calidad del servicio de empresas clave para el país. La restricción de crédito, los problemas recurrentes en la AP-9 y los cortes de luz son síntomas de que algo falla. Ante esta situación, caben tres posturas: mirar hacia otro lado y buscar justificación en lo extraordinario de la coyuntura; propugnar el rescate por el sector público (la nacionalización) de bancos, autopistas y eléctricas; o interrogarse sobre qué falla en la regulación, supervisión y funcionamiento de estas actividades básicas desarrolladas por el sector privado para hacer los ajustes oportunos. Vayamos por partes.
Los efectos positivos de la AP-9 sobre el desarrollo económico de Galicia son muy relevantes, como en su día demostró un grupo de investigación dirigido por el profesor Pérez Touriño. Además, es un negocio rentable. Sin embargo, esta rentabilidad social y privada casa mal con el deterioro del asfalto y los accidentes y atascos que se producen cada vez que llueve algo más de lo normal, nieva un poco o el termómetro baja de cero grados. ¿Debería la Xunta comprarla? Para responder a esta pregunta merecería la pena que alguien preguntase a los ciudadanos si estarían dispuestos a pagar a la Xunta, por ejemplo, 2.000 euros más de IRPF en la declaración de 2009. Sólo si la respuesta es mayoritariamente positiva merecería la pena insistir en el asunto. Porque en un horizonte de medio plazo no parece posible reducir el gasto en otras áreas, ni aumentar el endeudamiento en varios puntos de PIB para hacer una compra que no generaría ningún retorno en términos de empleo y demanda, al tratarse de un mero cambio de titularidad. La alternativa es aliarnos con Fomento para, desde la firmeza, garantizar que las inversiones de ampliación previstas se ejecutan y que la calidad del servicio se ajusta a lo que, a buen seguro, aparece en el propio texto de la concesión.
El temporal ha puesto en evidencia un problema de falta de calidad del suministro eléctrico
En cuanto al suministro de electricidad, más de lo mismo. Es verdad que, como bien señalaba hace unos días el profesor Albino Prada, parte de la culpa la tiene una ordenación del territorio irracional: la enfurtida malla del tendido eléctrico no tiene parangón en otras comunidades. Pero también es cierto que las compañías eléctricas cobran lo mismo aquí que en otros sitios, y que los gallegos tenemos que aguantar, sin beneficiarnos especialmente, la contaminación y las externalidades negativas de térmicas e hidroeléctricas con concesiones aberrantes (aunque en este caso, el nuevo canón corrige parcialmente la situación).
El temporal ha servido para poner en franca evidencia un problema de falta de calidad del suministro eléctrico que siguen padeciendo cotidianamente decenas de miles de gallegos; y muchos más en cuanto sopla un poco de viento o descarga una tormenta. Necesitamos con urgencia un plan (real) de inversiones y mantenimiento que nos equipare al resto de España. Y es la Xunta quien debe exigirlo y apoyarlo en lo que requiera de actuaciones públicas. También aquí, la regulación y la supervisión rigurosas son una forma más barata y rápida que la nacionalización a golpe de chequera.
Por último y en relación a la propuesta de banco público gallego, me parece que existe cierta confusión. A finales de los años 80, Xosé Manuel Beiras hizo una propuesta en el Parlamento gallego que fue rechazada sin contemplaciones. No obstante, los hechos muestran que Beiras y Mella abonaron el terreno para que en 1993 empezara a funcionar el Igape, entre cuyas funciones aparecen buena parte de las sugeridas por aquellos para el banco público gallego. Puesto que su actividad se ha ido extendiendo en el tiempo y se ha visto complementada por otros organismos, una propuesta de banco público gallego realmente novedosa sería hablar de banca comercial para particulares. ¿Merece la pena meterse en este lío si se tiene en cuenta que los problemas de restricción de crédito son coyunturales y que contamos con tres entidades financieras netamente gallegas, eficientes, y bien asentadas en todo el territorio? ¿No es más fácil y rápido sentarse a hablar con ellas para seguir articulando soluciones extraordinarias para tiempos extraordinarios?
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