MADRID: LA NUEVA GUARDIA
LA escena alternativa artística de la capital va despertando y, mientras algunos se obsesionan con equipararla a la de Berlín, Nueva York, Londres o París, ésta parece más volcada en perfilar su identidad. Madrid cuenta con una inversión institucional anual de casi quince millones de euros, 200 galerías y una cuestión aún por resolver: ¿Serán sus artes plásticas y audiovisuales capaces de generar una nueva guardia capitalina que supere la alargada sombra de la movida y la odiosa comparación con Barcelona? Si atendemos a los nombres incluidos en este reportaje, sí parece existir un movimiento subterráneo removiendo los cimientos de la escena arty.
Las cifras hablan por sí solas: además del apoyo del Injuve al arte joven, la Comunidad de Madrid destina anualmente 8.311.112 euros a artes plásticas, y el Ayuntamiento, unos 6.540.466 euros, un récord de inversión por mucho que lloren las plañideras artísticas. ¿A dónde va la pasta? Más de la mitad, a subvenciones, ayudas, premios, gestión de salas, exposiciones, colaboraciones con festivales y ferias. Y también se compra obra. Por ejemplo, en 2008 la Comunidad ha adquirido 150 piezas que formarán parte de la Colección de Arte Contemporáneo de la Consejería en el recién estrenado Centro de Arte Contemporáneo Dos de Mayo. Santiago Fisas, consejero de Cultura y Turismo de la Comunidad, asegura que la ciudad está mejor que hace 10 años: "Quizá no tengamos la tradición de otras capitales, pero nos afianzamos como lugar de creación, somos puente artístico entre Europa y América y atraemos talentos de España y Latinoamérica con la red de galerías e instituciones ampliada con la Casa Encendida o CaixaForum", afirma. Sin embargo, como recuerda la legendaria galerista Soledad Lorenzo, "toda ayuda le viene muy bien a un joven, pero las becas o premios son mínimos para la cantidad de artistas que aspiran a mantenerse en el mundo del arte". Lorenzo ha visto evolucionar esta ciudad durante más de tres décadas: "Aquí las galerías son muy permeables a los jóvenes. Madrid siempre ha sido más radical, caótica, chillona, hortera y todos los defectos que quieras, pero está muy viva y tiene una energía difícil de encontrar en otras partes".
Con todo, nadie ha demostrado que la ayuda institucional sea directamente proporcional al desarrollo artístico de una ciudad. Es más, si lo pensamos, la movida magnificada o no se generó en un contexto más parco que el de hoy. Así lo recuerda la fotógrafa Ouka Leele, una de sus figuras señeras: "Entonces no había tanto como ahora e hicimos mucho. Lo importante no es esperarlo todo de la oficialidad ni que te subvencionen, sino tener ganas. Y si no tienes nada, intentar hacer algo con la nada. Los artistas somos gente apasionada, capaces de sobrevivir con lo mínimo por amor al arte, ¡nunca mejor dicho!". Por eso, parece haber consenso en que el patrimonio artístico más importante de Madrid no son sus ayudas u oportunidades, sino su carácter, esa "bohemia canalla" que, aseguran, "atrapa": "En los ochenta, a los jóvenes se les permitió incorporarse verdaderamente a las artes, antes no tenían posibilidades. Marcaron un cambio radical y empezaron a ser protagonistas", apunta Soledad Lorenzo.
Ouka Leele cuenta cómo era esa efervescencia que vivió en primera línea: "Supongo que el cambio político pudo influir. Mi generación estaba harta de oír hablar de la guerra, de rojos y azules. Y planteamos algo diferente, un buceo en el origen y particularidad de cada individuo". Entonces, desarrollarse artísticamente era posible, "siempre y cuando ganar dinero no fuera la primera y más importante de las premisas. Había muchas ganas de hacer cosas. Madrid se convirtió en el centro del universo creativo, venían de todo el mundo a vernos y preguntarnos. La gente tenía la ampliadora en la bañera, los locales donde nos encontrábamos eran muy cutres, pero lo importante era lo que allí pasaba. En Barcelona llegó un momento en que los locales tenían que ser de disseny y los fotógrafos, tener laboratorios alicatados. Aquí todos eran bienvenidos, era puro calor, pura vida y pura creación la que nos movía", rememora la fotógrafa.
Y al calor de esa energía creativa capitalina se han generado desde entonces espacios, fundaciones, premios, centros especializados, coleccionistas y colecciones privadas. También convocatorias que hacen cantera artística. Como Generación, propugnada por Caja Madrid, que la semana que viene celebra su décima edición impulsando trabajos de jóvenes artistas plásticos al público general, la crítica especializada y los profesionales del sector. Experiencias alternativas como Doméstico, Off Limits, Espacio Valverde, Liquidación Total o The Art Palace generan citas interesantes en lugares atípicos. Iniciativas como Frágil (Espíritu Santo, 19) o The Black Pillar (en el bar Polyester, travesía de San Mateo, 10) intervienen artísticamente escaparates y garitos. Y tiendas como Subaquatica o Sin Sentido promocionan talentos del street art y la ilustración.
Hoy, la escena off madrileña tiene en el arte urbano uno de sus principales activos. Aunque, para la comisaria Tania Pardo, del Laboratorio 987 del MUSAC, "adolecemos de una auténtica red alternativa. Hay espacios y proyectos, pero se echan de menos circuitos similares a los de Berlín o Londres. Por ejemplo, iniciativas como los open studios, donde los artistas preparan programas y abren sus estudios para que otros creadores y comisarios los visiten. En Berlín también se celebra el Gallery Weekend, un fin de semana lleno de actividades e inauguraciones", comenta.
Muchos migran para abrirse camino, pero, como advierte Belén Valbuena, de la galería Maisterravalbuena, "en Londres o Nueva York es más difícil triunfar, aunque es cierto que si lo consigues allí tienes medio camino hecho. Lamentablemente, y como pasa en otros sectores, cuando sales fuera te miran de una manera más positiva". En parte se debe a que los patrocinios privados aún prefieren el arte más consolidado. "Los jóvenes tienen que demostrar lo que valen", continúa Valbuena, "no es suficiente esa etiqueta para que ya su trabajo valga la pena".
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