El eje de Alicante-Elche
La noticia política de la semana, en las comarcas del sur de la Comunidad Valenciana, ha sido la reunión mantenida por los alcaldes de Elche y de Alicante. Más allá de los temas tratados, la cita tiene valor porque inaugura una relación entre las dos ciudades. Pese a estar separadas apenas por una veintena de kilómetros, Alicante y Elche se han ignorado mutuamente a lo largo del tiempo. Ha sido la clásica rivalidad entre poblaciones vecinas que, por diversas circunstancias, se había mantenido hasta hoy. Sin disminuir el papel de Alejandro Soler, la actitud desenvuelta de Sonia Castedo ha tenido mucho que ver en el éxito de la reunión. Esta mujer tiene la ventaja de no haber nacido en Alicante, lo que le permite enfrentarse a ciertas cosas que estarían vetadas para otros con una absoluta naturalidad. Cualquiera de los alcaldes que ha tenido Alicante no hubiera acudido a la reunión porque sus prejuicios se lo habrían impedido.
Las relaciones entre Alicante y Elche no pueden ser hoy las mismas que se hubieran establecido 20 o 30 años atrás. La principal razón es que Elche se ha convertido, en ese tiempo, en una gran ciudad que, en más de un aspecto, ha adelantado a Alicante. Esto ha sido así porque ha trabajado con un plan preciso, bien diseñado, sabiendo hacia dónde se dirigía y lo que pretendía lograr. En el momento actual, Alicante podría aprender muchas cosas de Elche; pero no creo que sea esa la cuestión. Lo que interesa ahora es que ambas poblaciones han decidido tratar asuntos de interés común, en lugar de discutir sobre rancias capitalidades, lo que no hubiera conducido a ninguna parte. Un eje entre ambas ciudades tiene grandes posibilidades económicas si se sabe llevarlo a efecto.
El encuentro entre Soler y Castedo ha coincidido con la presentación del plan estratégico para la provincia de Alicante encargado por la Diputación Provincial. Este plan -elaborado por el urbanista Alfonso Vegara- tiene precisamente en el eje Alicante-Elche su columna vertebral. El plan considera que el área metropolitana de estas dos ciudades, que alberga universidades, aeropuerto, oficinas internacionales, tiene un gran potencial de desarrollo. Qué duda cabe, si tenemos en cuenta que aquí se localiza el 40% de la población de la provincia. Estas ideas, que ahora se presentan actualizadas, ya las expresó Vegara hace algún tiempo, pero en aquel momento no se logró llevarlas a la práctica por el desinterés de los políticos. Es lo que suele ocurrir con estos planes, que son fáciles de exponer pero complicados de realizar. A este de ahora se le reprocha que incida sobre Alicante y Elche y olvide el resto de la provincia. El reproche es probablemente exagerado, aunque tiene algún fundamento. Afirmar, como ha hecho Vegara, que "las comarcas del interior tienen unos atractivos tan fuertes que espontáneamente se van a desarrollar", no es decir mucho. Pero deberemos esperar a la publicación del plan para formular un juicio más preciso.
Con todo, el reparo más serio que uno le pondría al proyecto -sin olvidar que se trata de un estudio territorial- es su confianza en un cambio en la mentalidad de los empresarios. Sin que se produzca ese cambio, el plan, tal como se ha expuesto, tiene poco futuro. La productividad de la industria no aumenta sólo con mejorar las vías de comunicación, ni porque construyamos bulevares. Supongo que Vegara posee una información de primera mano sobre estos cambios; si él afirma que ha detectado en la Vega Baja un gran interés por la I+D, no seré yo quien lo ponga en duda. En todo caso, me limito a constatar que este interés aún no se percibe públicamente al día de hoy.
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