"Los saudíes pagan, pero me respetan"
El nombre completo es doctor Moneir Mahmoud Alí El Messery. "Elige el que más te guste", dice con un apretón de manos el imán del Centro Cultural Islámico de Madrid, la mezquita de la M-30. El Messery cita a comer en el restaurante del templo en el que vive y trabaja desde hace 13 años. "No salgo mucho de aquí, mis hijos sí, su español es perfecto", dice con un castellano a medias. Con 48 años, tiene cuatro hijos: "El islam no tiene sacerdotes, no hay diferencias entre el imán y el que no lo es, salvo en la formación, como si eres ingeniero o médico".
El Messery estudió religión desde los 13 años en su Egipto natal y luego en la Universidad Al Azhar de El Cairo; viste su distintivo kakolá gris como quien lleva una americana blazer con el escudo de Cambridge. Cursó Filosofía en Madrid y fue profesor en Arabia Saudí, que financia su mezquita y que le colocó en el puesto. Preguntado por el control saudí, el imán, sonriente y susurrante, se pone firme frente a su sopa de lentejas amarillas (con la charla no le dará tiempo a acabarla): "Mi alma está en la mano de Dios y desde la verdad afirmo que nadie me obliga a decir nada; los saudíes financian la mezquita, pero me respetan mucho". ¿Qué opina de la relación entre wahabismo y terrorismo?: "Extremistas hay en todas partes..., en España, ¿hay o no hay ETA?".
El imán de la M-30 cree que Zapatero es "sabio e iluminado". De Bush, ni hablar
Durante la comida, El Messery repite decenas de veces la palabra "moderación". En Europa, dice, "hay libertad y los musulmanes no sufren", pero le "duele" ver cómo "mucha gente entiende el islam de mala manera, como la religión del terror y el machismo". "Eso es desconocimiento", afirma. La educación es la otra clave de su discurso: "Hay que enseñar el islam en los colegios; si no hay un especialista cualificado que les enseñe, los chicos acudirán a los extremistas". "Los cazadores del mal pensamiento siempre buscan a los jóvenes", dice. "Un chico de 17 o 18 años en un país extraño, sin familia ni dinero, es una bomba lista para estallar".
Son predecibles sus opiniones sobre el pañuelo ("no es una tapa del pensamiento") o el 11-M ("me duele, pero no se puede meter a todos los musulmanes en el mismo saco"). Sorprende algo más que acepte que las autoridades vigilen o graben los sermones en las mezquitas. Incluso cuestiona a otros imanes: "En los países musulmanes se sermonea, y no es suficiente. Los jóvenes están perdidos. Para curar el terrorismo no basta con poner más policías; tenemos que tocar los temas internacionales, no somos un barco en el mar".
El imán dirige la oración, da el sermón de los viernes ante unas 2.000 personas, celebra bodas, divorcios y conversiones (600 en sus 13 años) y siempre tiene las puertas abiertas para sus fieles. Después de comer ha quedado con una española que se lleva "muy mal" con su marido marroquí. ¿Le pega? "No sé, tengo que hablar con ella, y luego con él, porque la gente miente". ¿Y después? "Les doy consejos para vivir en paz, y si siguen los problemas, ella debe denunciarlo".
Libra los martes, cuando sale con su familia a comprar al Carrefour, y tiene un mes de vacaciones. Manda tarjetas de Navidad "porque es un deber ético". Cree que Zapatero "es sabio e iluminado" y prefiere no hablar sobre Bush y el zapatazo. Si algún día los saudíes decidiesen cambiarle de destino, lo tiene claro: "No aceptaría, me quedo en España, mis hijos han crecido aquí, me gusta la gente y la democracia". El almuédano empieza a cantar, El Messery deja su té verde a medias y se dirige a la oración.
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