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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un jugador en el ojal

En mi casa los botones se escondían dentro de una caja de latón, junto a la máquina de coser, que yo saqueaba de forma regular buscando aquellos que se deslizaran mejor por una superficie plana. Armado con 11 piezas de igual tamaño, ya podía unirme a mis contrincantes -y sin embargo amigos- en la búsqueda de un suelo encerado o de un portal de mármol, bien se optase ese día por un partido de interior o de exterior. Y una vez localizado el estadio, a equipo por niño, sacábamos nuestros redondos jugadores adornados con papelitos pegados y comenzaba el match.

Durante gran parte de mi infancia, aquélla fue una de mis distracciones preferidas; un juego que nació en la Barcelona de la primera posguerra -fruto de la escasez de juguetes- y al que llamábamos bombásticamente fútbol de botones, como si hubiésemos descubierto la sopa de ajo. Con los años descubrí que aquello formaba parte de la experiencia de muchos de mis conciudadanos; el mismo Vázquez Montalbán reconoció en una entrevista televisiva que también había sido un aficionado a darle al botón. Posiblemente por eso, en cuanto supe de la existencia de la ACFB, no dude un instante en ir a conocerles.

El 'fútbol de botones' es un pasatiempo barato y simple, que no hay que enchufar a la corriente

La Asociación Catalana de Fútbol de Botones (ACFB) se encuentra en la calle de Bigai -junto a la plaza de la Bonanova-, en una antigua fábrica que ahora pertenece a la parroquia del barrio. Subiendo por una escalera oscura, en el primer piso, una amplia sala nos recibe con sus 13 mesitas verdes, dotadas de porterías y líneas de juego. Al lado, un pequeño y bien surtido bar, y un taller anexo donde pulen y reparan los jugadores, hacen campos por encargo o bonitas cajas de madera para llevarlos de un campeonato a otro.

Su presidente, Marc Basora -más conocido como Levante, por el nombre de su equipo-, me enseña el lugar. Según me cuenta, la asociación fue fundada en 1993 con el objetivo de reunir a los diferentes grupos que organizaban torneos en los barrios. Aquello sirvió para que se conocieran y unieran esfuerzos. Así, tras su paso por bares como el Táctica o el Denver de la plaza Tetuan, desde 2005 residen en su actual sede. Cuentan con 70 socios que se conocen entre ellos más por el nombre del equipo que por su nombre real. Y forman, junto a las federaciones de Horta, Reus y Centelles, la élite de este entretenimiento en Cataluña, participando en campeonatos internacionales como el que se organizó hace cinco años en Brasil, donde los botones causan furor y cuentan con el ex jugador del Barça Ronaldinho como gran embajador.

A sus miembros les conocen ya en todas las mercerías de España. Recientemente, uno de ellos llegó a comprar un abrigo que no le servía para nada, sólo por los botones. Mientras tanto, hacen exhibiciones en fiestas mayores y colegios, intentando que las nuevas generaciones descubran un pasatiempo barato, simple y que no hay que enchufar a la corriente. Su último éxito ha sido la instalación de dos de sus mesas de juego en el club de tenis Barcino. Aunque el momento más esperado para ellos sea lo que llaman "torneos golfos", organizados de noche, tras la jornada laboral, libres de sus respectivas esposas, cuando estos talluditos médicos, albañiles, ingenieros o vendedores de mercado municipal se reúnen para cenar juntos y después echarse unas partiditas, como críos.

En estos tiempos de crisis, a una semana escasa del paso de los Reyes Magos, no está de más pensar que uno puede divertirse con unos objetos tan modestos, sin necesidad de consolas ni aparatos electrónicos. Quizá una alternativa para enseñar a nuestros hijos que para divertirse sólo hace falta tener ganas e imaginación.

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