Precios en la frontera
Con la inflación en mínimos, no hay motivo para demorar nuevas rebajas de los tipos
Los temores económicos cambian, y desde hace meses no es precisamente la inflación uno de ellos. Los precios están cayendo en todo el mundo en correspondencia con el desplome del coste del petróleo (de 147 dólares el barril en julio hasta los 43 dólares el pasado diciembre) y de la totalidad de las materias primas. Las fuerzas que empujaron al alza se han desvanecido, en particular las tensiones especulativas y, en todo caso, la demanda. Incluyendo la de los países emergentes como China e India, grandes consumidores de energía, que comienzan a verse afectados también por la crisis.
En ese contexto hay que contemplar el descenso de la inflación en la eurozona en diciembre, hasta el 1,6% en el IPC armonizado, y el registro de la más baja tasa de inflación española en una década, el 1,5%, 2,8 puntos menos que hace un año, tras haber estado en julio en el 5,3%.
La economía española, lejos de sustraerse a esas tendencias genéricas, puede acusarlas en mayor medida por dos razones: por su mayor dependencia estructural de la energía importada y por el ahora más acusado debilitamiento de la demanda interna. Todo ello seguirá facilitando la reducción de la inflación y del déficit comercial. Mejor sería, en todo caso, que la suavización de esos dos desequilibrios coexistiera con un entorno internacional menos recesivo.
El temor es ahora que la excesiva persistencia de esa desinflación, en un contexto de manifiesto deterioro de los indicadores de confianza y de inhibición de las decisiones de gasto privado en todo el mundo, derive en procesos deflacionistas. El tratamiento de este problema no es precisamente más fácil que el de combatir la inflación, especialmente en las economías cuyos tipos de interés ya han agotado su recorrido a la baja.
No es el caso de la eurozona. El Banco Central Europeo (BCE), enmendando decisiones que hoy se reconocen como erróneas, debe continuar las reducciones de sus tipos de referencia. En mayor medida si tenemos en cuenta la apreciación que, pese al recorte de ayer, sigue manteniendo el euro frente a otras divisas. El BCE y todos los Gobiernos de la eurozona han de ser conscientes de que esos riesgos deflacionistas, un tipo de cambio apreciado y la continuidad de las restricciones crediticias conforman el peor de los escenarios para la recuperación de una de las más severas recesiones de la historia.
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