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Reportaje:FUERA DE RUTA

Ultraman y el Buda gigante

En tren de alta velocidad por Japón, con visitas al Museo del Manga de Kioto y dando de comer a unos ciervos 'sagrados'. En Tokio, un partido de béisbol de la liga nipona o una mañana de domingo contemplando los atuendos de las chicas Kogal del parque Yoyogi

Fernando Gualdoni

El contraste entre lo antiguo y lo ultramoderno es fascinante en Japón. Desde los templos de las viejas capitales de Kioto y Nara hasta las tiendas subterráneas de cómics de Tokio, todo es digno de visitarse con el mismo interés. La relación tan estrecha que hay entre las prácticas y valores ancestrales de 800 años de poder samurái y el manga y el cine animé de Godzilla o Ultraman de posguerra la explica con humor y respeto la novela Equivocado sobre Japón, de Peter Carey.

Al viajar a Japón conviene romper un tópico: el país no es caro. En hoteles como los de las cadenas Toyoko-Inn, Dormy-Inn o algunos de estilo japonés, los Ryokan, el precio medio de la habitación doble es de 80 euros por noche, incluyendo los fines de semana, cuando los precios suben. Comer cuesta entre 20 y 25 euros por persona. Hablamos de sitios limpios y nada lujosos, puesto que en Japón podemos pagar fácilmente precios culinarios astronómicos: el país tiene más restaurantes con estrellas Michelin que ningún otro. Por ejemplo, un buen menú kaiseki (la cumbre de la cocina tradicional) no baja de 350 euros por persona.

Para moverse, lo mejor es el tren. Japan Rail (JR) es la megaempresa que se creó para vertebrar el país y acompañar el proceso de industrialización planificado tras la II Guerra Mundial. En los Juegos Olímpicos de 1964, JR ya tenía su primer shinkansen (tren de alta velocidad) circulando entre Tokio y Osaka. El ferrocarril llega a todas partes, casi a todas horas, y con una puntualidad sin parangón. Aparte de los trenes, tiene autobuses y ferrys, y hasta una cadena de alojamiento. El turista puede subir a todos estos transportes con el Rail Pass, un abono que sólo se puede comprar fuera de Japón. El pase para la clase turista por 21 días (el máximo permitido) cuesta algo más de 350 euros.

Las estaciones son el centro neurálgico de casi todas las ciudades, por eso es bueno hospedarse cerca de las mismas e incluso frecuentar los restaurantes de las terminales, habitualmente buenos y baratos. Los menús están a la vista, muchas veces reproducidos en plástico en el escaparate. Basta señalar el plato que se desea. La mayoría de los japoneses no hablan bien inglés ni ningún idioma extranjero; aprender bien el suyo propio les toma sus primeros 18 años de vida, y más si quieren asistir a la Universidad. Todas sus carencias idiomáticas las suplen con la más exquisita cortesía y predisposición a ayudar al viajero.

KIOTO

Al llegar a Kioto (capital entre los años 794 y 1868, en que se trasladó a Tokio) le dará la bienvenida la espectacular ampliación de la estación ferroviaria proyectada por Hioroshi Hara en 1997. Al salir a la calle aguardan unas pequeñas estatuas de los personajes del cómic Astro Boy, creado por el padre del manga, Osamu Tezuka, en 1952. Si usted llega además en torno al 17 de julio, el gran día de la Gion Matsuri, se encontrará a la salida del Museo Internacional del Manga -abierto en 2006 para albergar 200.000 ejemplares que se remontan hasta el periodo Meiji- con desfiles de más de 30 carrozas, hombres vestidos con las mejores galas y mujeres luciendo hermosos yukata (quimonos ligeros de verano). De todas las matsuri (fiestas nacionales), la de Kioto es la más conocida y concurrida del país; el centro de la ciudad se cierra al tráfico las noches del 14, 15 y 16 para el disfrute de las celebraciones. Eso sí, es conveniente llegar un par de días antes del 17 y con hotel reservado.

NARA

Con una novela manga en la mano, desde Kioto es obligada la visita a Nara (capital entre 710 y 784). Poco más de media hora para ver el Daibutsu (estatua gigante de Buda) del templo Todai-ji, de casi 15 metros de altura, alojado en la mayor construcción de madera del planeta. Una jornada de caminata por unos parques bellísimos donde los ciervos, a los que se considera sagrados, comen de la mano de los paseantes las galletas especiales que se venden en unos puestecillos. Pero cuidado, en un santiamén uno puede verse asediado por estas vehementes criaturas, que en muchos casos hacen gala de unas afiladas cornamentas.

TAKAYAMA

Hacia el este de estas dos magníficas ex capitales, a varias horas de tren, Takayama es buen lugar para echar un vistazo al Japón rural. Las calles de la ciudad recrean la vida de antes de la II Guerra Mundial en una zona de los Alpes japoneses que no resultó tan arrasada por los bombardeos. A unos minutos en bicicleta de Takayama hay hasta un falso pueblo levantado por el Gobierno para reunir las viviendas rurales más antiguas y mejor conservadas de la zona. Una cosa más: en este pueblo el plato favorito es la carne de ternera de Hida, casi tan sabrosa y tierna como la de Kobe, pero a un precio bastante más barato.

HIROSHIMA

Es posible que uno llegue a sentir remordimiento si visita Japón y no incluye Hiroshima en el itinerario. Tan pronto como se llega, es inevitable pensar que allí explotó hace 63 años la primera bomba atómica arrojada sobre una ciudad. Desde la estación hasta el centro, cruzando los puentes del delta del río Ota en tranvía, se observa una urbe moderna, animada y muy limpia. Tan pronto como se divisa la cúpula de Gembaku o de la Bomba Atómica, casi lo único que quedó en pie tras el 6 de agosto de 1945, cuesta no abandonarse a la tristeza. Allí mismo, a unos 100 metros, está el Museo Conmemorativo de la Paz.

En el museo es difícil no pensar en el carácter japonés mientras se recorre la historia militar de Japón desde la victoria en la guerra con Rusia de 1904-1905, la primera vez que una nación asiática derrota a una potencia europea. Por eso aquel conflicto también se conoció como el del "fin del mito del hombre blanco". Más de 30 años después de esta guerra, el Ejército japonés comete una de las peores atrocidades del siglo XX en Nanjing, en China. Saquean la ciudad y violan y asesinan desenfrenadamente a entre 250.000 y 300.000 personas en seis semanas. Aún no hay explicación para esta matanza. ¿Una patología de la cultura japonesa, la tradición samurái, la importación del modelo racista nazi aplicado a los chinos? ¿Todo esto mezclado?

Dedicarle unas cuantas horas al Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima es fundamental para adentrarse en Japón. Es un primer atisbo para comprender cómo se funden el kokutai (la esencia de la identidad nacional) y la modernidad en la sociedad japonesa. La derrota en la II Guerra Mundial trajo a los estadounidenses a Japón y, por segunda vez en la historia, cambiaron el destino del país. La primera vez fue en 1853, cuando el comodoro Matthew Perry atracó en la bahía de Edo (la antigua Tokio). La llegada de sus navíos supuso el principio de la apertura de Japón al mundo y el ocaso de la hegemonía samurái.

El general Douglas McArthur llegó a Yokohama el 30 de agosto de 1945. Para él, como dijo ante un comité del Senado norteamericano, los japoneses eran como adolescentes de 12 años para los estándares de la sociedad moderna. Eran moldeables frente a los alemanes, a los que consideraba una "raza madura". Así que manteniendo casi intacta la figura del emperador, símbolo máximo del kokutai, las autoridades de EE UU impusieron la demokurashii (democracia). Entre otras cosas, el plan incluía las tres eses: sex, screen (cine) y sports (deportes). Los estadounidenses, preocupados por la fría relación entre el hombre y la mujer japoneses, obligaron a que en toda película que se proyectara hubiera al menos una escena con una pareja besándose.

MIYAJIMA

Tras el paréntesis tokiota volvemos nuesta atención hacia el extremo sur de la isla de Honshu, donde, a media hora de tren y otro tanto de ferry desde Hiroshima, se alcanza la isla de Miyajima. En ésta se encuentra el santuario sintoísta de Itsukushima, construido sobre el agua en el 593, aunque su existencia sólo se confirmó a partir del 811. En la isla hay un plato típico que se puede degustar en la calle y acompañado de una cerveza bien fría: las ostras abiertas a la brasa. Miyajima está considerada uno de los tres nihon sankei (los mejores paisajes de Japón) y es visita obligada de todo nacional. También lo es la bahía de Matsushima, un pueblo cercano a la ciudad de Sendai, al norte de la isla de Honshu. No duden en dar una vuelta en barco por las 260 miniislas pobladas de pinos. Tampoco hay que perderse la lengua de arena de Amanohashidate, en la bahía de Miyazu, la tercera maravilla.

Guía

Como ir

» Finnair (www.finnair.com; 901 88 81 26) vuela con una escala a ciudades japonesas como Tokio, Osaka, Nagoya, Fukuoka o Sapporo desde Madrid y Barcelona a partir de unos 500 euros ida y vuelta, con tasas y suplementos incluidos.

» El Japan Rail Pass sólo puede adquirirse fuera de Japón. Se vende en agencias y establecimientos autorizados. Los precios en clase turista están en torno a 220 euros (siete días de validez), 350 euros (14 días) y 450 euros (21 días). Al comprarlo se obtiene un vale que luego hay que intercambiar por el pase en oficinas de las estaciones de JR. El listado de estas oficinas, así como otras informaciones, puede consultarse en www.japanrailpass.net.

Información

» Embajada de Japón en Madrid (915 90 76 00; www.es.emb-japan.go.jp). Serrano, 109.

» www.jnto.go.jp.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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