Un infierno de siete días
La odisea de una niña y sus abuelos, deportados a Honduras desde El Prat
"El sueño de toda mujer es casarse rodeada de los suyos. A mí me han roto ese sueño y lo han convertido en pesadilla". Yenni Lizzeth, hondureña de 27 años, acaba de dar el sí quiero a un joven español con el que vive en Esclanyà (Baix Empordà). Invitó a la boda a sus padres y a su hija, de siete años. La familia hizo un esfuerzo titánico y compró los billetes para volar de Honduras a Barcelona. El viaje -median casi 9.000 kilómetros- se les hizo, como a todos, pesado. Pero no fue nada comparado con lo que les vino encima después: los abuelos y la nieta pasaron una interminable semana entre los aeropuertos de El Prat, Barajas y Panamá antes de regresar a casa sin haber asistido a lo que debía ser una gran fiesta. Todo se truncó en el puesto fronterizo, donde la decisión de quién entra y quién queda fuera depende, en ocasiones, de la habilidad del extranjero para responder a preguntas o del celo del funcionario de turno. La familia Lizzeth no superó esa barrera invisible y y fue deportada al no acreditar, según la policía, el motivo del viaje. La menor y los padres de Yenni, de 57 y 53 años, iniciaron una odisea en el limbo aeroportuario que les dejó exhaustos y con un sabor amargo en los labios.
Pasa a la página 3El avión aterrizó en Barcelona a las 18.15 horas del sábado 6 de diciembre, 10 minutos antes de lo previsto. Yenni esperaba en la terminal. Pero sólo veía pasar caras desconocidas; sus padres, en las dependencias policiales, respondían a las preguntas de los agentes. Primer error: no disponían de carta de invitación, uno de los documentos que permiten a un extranjero que vive fuera del espacio Schengen entrar en territorio español.
Ésa habría sido la solución más sencilla, destacó un portavoz del Cuerpo Nacional de Policía: que el prometido de Yenni hubiera tramitado la carta para acoger a la familia en casa. Pero no se consideró esa opción. "Nos dijeron que, si la familia decía dónde se alojaba, también les dejarían venir al país", justifica la joven.
Por norma general, Yenni tendría razón. Pero su caso era más complicado: ella misma llevaba dos años residiendo de forma irregular en España, hasta que hace unos días consumó su enlace con Joan Medina. Ante la delicada situación legal de Yenni, los padres optaron por omitir el asunto de la boda durante la entrevista. De modo que se fueron por las ramas -dijeron que pretendían hacer turismo, pero no supieron concretar qué iban a visitar- y se perdieron. Además, según la versión policial, argumentaron que habían alquilado una casa en Girona a un amigo conocido en Honduras. Se trataba, en realidad, del futuro marido de su hija.
Aterrizaje frustrado
La suerte estaba echada: iban a ser deportados. Antes de tomar el primer avión de vuelta a Honduras, la familia pasó tres días "horribles" en El Prat. "Estuvieron sin mantas, en malas condiciones y con una alimentación inadecuada", dice Yenni, extremo que la policía rechaza. Su madre, que es diabética, tenía la insulina en el equipaje y tuvo que ser llevada al hospital. Fue el único momento en que madre e hija, bajo custodia policial, se vieron.
El martes 9, la familia fue embarcada en dirección a Madrid para regresar a su país. Pero las desgracias nunca vienen solas: el mal tiempo obligó a desviar el aparato a Panamá. Para colmo, su condición de deportados les hizo pasar la noche (una más) en el aeropuerto, mientras que el resto de viajeros dormía en un hotel facilitado por la compañía aérea.
El viernes 12 llegaron a Honduras, pero a un aeropuerto distinto del que habían abandonado una semana antes. Una larga travesía en autobús les llevó a casa, donde llegaron destrozados físicamente y con la moral por los suelos. Mientras, Yenni se casaba por lo civil, sin familia y sin el vestido blanco que su madre le había traído de Honduras y que se quedó en la maleta.
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