Adiós al despilfarro, bienvenida la sobriedad
Marc Jacobs reivindica la fantasía para la primavera
Como en tantos ámbitos, éste ha sido el año del frenazo para la moda. Antes de que el rastro de la crisis se note en todas las capas del sistema, estos son algunos de los hitos por los que 2008 será recordado en esta esfera.
1. De la era del consumo desmedido a la de la cautela. Hubo un tiempo, no muy lejano, en que las marcas se peleaban por producir el bolso del momento, una época en que cualquier precio se antojaba posible y todo valía mientras tuviera una etiqueta. Se acabó. Casi nadie tiene dinero para permitirse lujos y los que lo tienen aspiran a la discreción. Calidad, reflexión y pausa han sustituido a la ansiedad en el consumo de moda. Stefano Gabbana (de Dolce&Gabbana) apela a una distribución más racional de sus colecciones, harto de ver, en el frío diciembre, bermudas en los escaparates de sus tiendas de Milán. Adiós voracidad, hola sensatez.
De los diseñadores formados en la era de la alta costura, sólo queda Lagerfeld
2. Marc Jacobs. Cualquiera diría que 2007 había sido su año, desintoxicación y régimen mediante. Pero en este 2008 ha conseguido dar más que hablar todavía. Y no ha sido por las faldas que luce, sino por desmarcarse como uno de los pocos diseñadores capaces de ofrecer algo interesante para la opaca primavera de 2009. Sus desfiles (en Nueva York y en París, para Louis Vuitton) han brillado como un diamante en un páramo. Jacobs ha reivindicado la fantasía cuando todo el mundo apela a la austeridad.
3. Viva la variedad. El año anterior se despidió con serias sospechas: el racismo acechaba a la moda. La categórica mayoría de modelos caucásicas en los desfiles y en los anuncios de una industria con vocación global disparó las alarmas. En verano, la edición italiana de Vogue publicó un número íntegramente protagonizado por mujeres negras a modo de revulsivo. Fue una llamada de atención que, al parecer, alguien escuchó. Varias modelos de color fueron la mejor noticia de los desfiles de septiembre. Una de ellas, Jourdan Dunn, fue elegida como la maniquí del año en Gran Bretaña por encima de la mediática (y blanca) Agyness Deyn.
4. Adiós a los grandes. Valentino se retiró en enero con un gran espectáculo de alta costura. Uno de sus últimos compañeros de correrías de su época de aprendiz, Yves Saint Laurent, murió en junio. Con ellos se apaga la llama de los costureros formados en la era dorada de la alta costura. Sólo queda en activo Karl Lagerfeld, un modisto septuagenario que se niega a envejecer.
5. Cumpleaños feliz. A falta de innovación, la moda ha recurrido a los aniversarios para aportar alegría. La Maison Martin Margiela ha celebrado sus 20 años con una exposición en Amberes y un desfile conmemorativo. Lo mismo que Sonia Rykiel, que en septiembre convocó a amigos y colegas para celebrar 40 años de picardía parisiense. Una fiesta que levantó los ánimos de una temporada por lo demás taciturna.
6. El juego de las sillas. La retirada de los pesos pesados y la incertidumbre de la crisis han creado un ambiente de máxima inquietud. Los que más lo han sufrido han sido los jóvenes (y, a menudo, inexpertos) diseñadores a los que se ha encomendado la tarea de redirigir casas venerables. Un mareo de nombramientos y despidos ha regido el año. Hannah MacGibbon en Chloé y Phoebe Philo en Celine son algunos de los nombres que, de momento, perduran. Alessandra Facchinetti en Valentino o Lars Nilsson en Ferré, los que han sucumbido.
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