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Columna
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De trencadís

La Navidad es tiempo de cuentos y de nostalgia. Rita Barberá, nuestra dilecta alcaldesa, se acordará de un viejo trabalenguas que decía "el cielo está enladrillado ¿quién lo desenladrillará? el desenladrillador que lo desenladrille, buen desenladrillador será". Con los años el trabalenguas se ha convertido en fino análisis de coyuntura, que es a lo más lejos que, balbuceantes, se atreven a llegar políticos y economistas. En cuanto se han caído los primeros ladrillos de las hipotecas basura, se ha empezado a desmoronar toda la bóveda celestial de la economía mundo. A la espera de Obama y su equipo de desenladrilladores especializados, cada uno hace lo que puede y Zapatero se ha aplicado a la probada receta keneysiana de incrementar la inversión pública creando, entre otras medidas, un gran fondo de inversión para los ayuntamientos, que le reportará a la ciudad de Valencia 141 millones de euros. Lo cual no es moco de pavo, como se decía en los tebeos de la infancia de nuestra primera autoridad municipal. Lejanos tiempos en los que también se decía aquello de que "es de bien nacidos ser agradecidos".

Pero en fin, queridos lectores, no nos dejemos embargar por la melancolía de las entrañables fiestas navideñas y vayamos a lo que íbamos, el olímpico desprecio con el que nuestra insigne alcaldesa se ha manifestado ante la iniciativa del denostado Zapatero, al que acusa de que "cargará el gasto del Ayuntamiento" porque "sólo sufraga el 90% del gasto de cada proyecto".

La señora Barberá ya ha dicho en qué se quiere gastar los millones del Gobierno, por supuesto en asfalto y farolas, que es la especialidad de la casa..., pero también en un proyecto, que vamos a calificar de deslumbrante, nada más ni nada menos que en cubrir de trencadís la bóveda del Palau de la Música.

Carmen Alborch, y con ella la oposición municipal, ya se han apresurado a criticar la idea, sin darse cuenta de las virtudes que esconde. En primer lugar, frente a la crisis del ladrillo, la preclara alcaldesa, lanza el boom del trencadís, una técnica, que aunque hayamos de reconocer que nació en Cataluña, es casi tan valenciana como la paella. De paso, la alcaldesa compensa el derribo que pretende hacer en El Cabanyal de todas las casitas que utilizaron viejos azulejos para cubrir sus pobres fachadas. Además, los socialistas son incapaces de intuir que lo que pretende la primera dama local es que el Palau de la Música pegue con todas las construcciones de Calatrava en el río, como hace cualquier persona de buen gusto cuando reforma su casa o cambia el alicatado de los baños.

Todo esto puede parecer un tanto paradójico, pero decía Pepe Bergamín que la paradoja sirve para no rompernos la cabeza porque es el paracaídas del pensamiento. Algo muy necesario en estos tiempos que corren. También decía Bergamín que a una persona se le puede tolerar que haga tonterías y hasta que las diga, como pensaba Goethe, pero que lo que no se puede tolerar es que las construya. Claro que Bergamín, ya se sabe, era, como el denostado Zapatero, un rojo de tomo y lomo. En fin, que mañana es Nochebuena y pasado Navidad. Feliz año.

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