Gol en propia meta
Gran éxito de los organizadores de derrotas: por primera vez en tres décadas, este año no habrá partido navideño de la selección vasca. El programado contra Irán para el día 27 en San Mamés ha sido suspendido ante el desafío planteado a la Federación Vasca por 165 jugadores, entre ellos todos los del Athletic y gran parte de los de la Real, que amenazaron con no disputar el encuentro si la selección no se llamaba "de Euskal Herria", y no "de Euskadi", que fue la denominación utilizada en los años treinta y desde 1979 hasta diciembre de 2007, en que se cambió por presiones del mismo sector que ahora plantea el desafío.
El episodio constituye una metáfora de dos de los peores males de la sociedad vasca actual: la ignorancia sobre la propia historia y la intransigencia. Euskadi es un neologismo inventado por Sabino Arana para designar a los siete territorios vascos cuya independencia reclamaba el nacionalismo. El término pasó a ETA, que lo sigue manteniendo en sus siglas (Euskadi Ta Askatasuna) y a la izquierda abertzale, que hasta hace poco veía con sospecha el empleo de la denominación alternativa, Euskal Herria, considerada poco política, meramente geográfica: más propia de profesores o de carlistas que de auténticos gudaris.
Hasta que, hacia 1992, y sin que mediara explicación, ETA comenzó a utilizar el término Euskal Herria, que se convirtió así en signo diferenciador respecto al nacionalismo institucional. A partir del pacto de Lizarra, EA y el PNV se sumaron a la nueva moda. Sin embargo, aplicarla al fútbol planteaba el problema de la ruptura con la tradición de la selección vasca que en plena Guerra Civil llevó el nombre de Euskadi a 38 ciudades europeas y americanas; y el de la demasiado visible voluntad de identificación con el radicalismo abertzale. Por eso la Federación Vasca de Fútbol, con el apoyo de las de otros deportes, decidió recuperar el nombre tradicional.
El chantaje (Euskal Herria o no jugamos) es también reflejo de la intransigencia que domina otras realidades vascas, y expresión de un cierto masoquismo: el de quienes prefieren quedarse sin partido que sin motivo de queja.
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