Se armó el belén
En The king of Kong, el documental que le reveló como talento a seguir, Seth Gordon esbozaba algo parecido a una épica degradada para tiempos antiépicos: el universo de las máquinas recreativas se convertía en el escenario del titánico duelo entre un tipo empeñado en batir el récord mundial de puntuaciones en el juego Donkey Kong y un legendario jugador que se empeñaba en no ser expulsado del podio. Gordon ha pasado del documental al cine de ficción -y, al mismo tiempo, de la independencia a la primera división de los grandes estudios- con lo que sobre el papel -y en buena parte de su metraje- se plantea como una estimulante vuelta de tuerca, en clave cínica, a la comedia navideña. Lamentablemente, Como en casa en ningún sitio tiene tiempo de transformarse, a pesar de su conciso metraje, en una comedia navideña de fondo convencional y risas ahogadas en la mermelada del mensaje. En otras palabras, Seth Gordon podría haber hecho la película de Navidad para el espectador que odia las películas de Navidad: el resultado final combina una eficaz dinámica cómica -que contempla las celebraciones familiares como perfecto escenario para la humillación tronchante- con ese fastidioso punto de giro que interrumpe la diversión para forzar la moraleja. El director de un documental heterodoxo ha mejorado su estatus convirtiéndose en convencional director de comedias engañosamente atrevidas: la buena noticia es que, hasta que las cosas se tuercen, la propuesta resulta francamente hilarante.
COMO EN CASA EN NINGÚN SITIO
Dirección: Seth Gordon.
Intérpretes: Vince Vaughn, Reese Witherspoon, Robert Duvall, Mary Steenburgen, Sissy Spacek, John Voight.
Género: Comedia. EE UU, 2008.
Duración: 88 minutos.
En Como en casa en ningún sitio, una pareja hedonista (Vaughn y Witherspoon) que ha desarrollado una eficaz estrategia para esquivar la Navidad se enfrenta a la peor perspectiva posible: celebrar, en un solo día, cuatro navidades en cada hogar de sus respectivos (y divorciados) padres. Hay, además, un singular aliciente: cada uno de los progenitores está interpretado por un actor oscarizado (Duvall, Steenburgen, Spacek, Voight), que -salvo el último, que corresponde al tramo tierno- dará el do de pecho para encarnar un hiperbólico arquetipo. La película funciona muy bien como catarsis -muestra reuniones familiares más terribles que las que le tocarán a uno-, pero se traiciona a sí misma al convertirse en villancico.
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