Creación para volver a la infancia
Óliver Laxe dirige en Tánger un taller de imagen para niños de la calle
"Yo fui amado siempre. Sobre todo, si se entiende que ellos no lo fueron". Ellos son los niños marroquíes que participan en el proyecto Dao byed (Luz blanca). Una plataforma de creación cinematográfica que coordina en Tánger el gallego Óliver Laxe (París, 1982), en colaboración con la Cinemathèque de Tánger, la primera filmoteca de África.
"De momento tenemos permiso para rodar, que no es poco", dice Laxe. Esta semana, durante el Festival de Cine Nacional, sabrá si el Centro Cinematográfico marroquí, dependiente del Ministerio de Información del Gobierno de Mohamed VI, inyecta dinero en la aventura. Apoyos de la embajada, la Agencia Española de Cooperación y la Casa Árabe en Madrid ya tiene. Todo muy rápido, teniendo en cuenta que llegó a Tánger en 2006: "Vine para recuperar mi mirada. Soy un adulto que quiere ser niño, y mi lenguaje se aproxima a esa mirada infantil".
Algunos chavales desaparecen y llegan otros. No hay mucha pedagogía
"Es un Estado policial, pero en la prensa leo artículos que no encuentro en España"
Hijo de emigrantes coruñeses -sus padres se conocieron en un baile en París-, entre 2006 y 2007 filmó, siempre en 16 milímetros, cortometrajes como As chimeneas decidiron escapar, una "sinfonía sombría de Londres", ciudad a la que todavía permanece ligado a través de la plataforma de cine experimental no.w.here. Después de As chimeneas, Premio Injuve 2007 y primer premio en el Festival Internacional de Granada, vinieron Soa a trompeta, agora vexo outra cara, donde su mirada ya recorre el mundo árabe, y Paris#1. En este último trabajo documental, de 35 minutos, la idea remite a los ámbitos de pureza transitados por Bresson, Tarkovski o Bela Tarr. En su caso, fijando las emociones resultantes de convivir diez días con una pareja de ancianos de Os Ancares. Santos#II y Berna#III, repartidos entre Tui y la Mariña luguesa, deberían ser los siguientes proyectos gallegos de Laxe.
"Me propongo entender el siglo", dice. "No quiero morir de cáncer, como Tarkovski. Hay que trascender pensando contra uno mismo, yo tengo esa tendencia, y aquí me he dado cuenta de que no soy culpable de tantas cosas". En Tánger encontró a uno de los presidiarios de Bresson en L? argent (El dinero): "Me dijo que repetía tomas como un loco, pero ése es el proceso creativo de la austeridad. Quitas y quitas máscaras con el miedo de no llegar a encontrar nada debajo". Tampoco juzga: "Me interesa todo lo que me estimula. Ahora mismo estoy viendo a Michael Donovan en V".
Eligiendo "el camino más difícil", Laxe, que estudió Comunicación Audiovisual en Barcelona -allí llegó a trabajar de modelo-, al principio vivió "en la precariedad". Ahora es director de fotografía y ayudante de dirección de la artista galo-marroquí Yto Barrada. La colaboración no le arregla la vida, pero, según dice, está "tranquilo". Dao byed sigue reuniendo cada día, entre la Medina y la Casbah, a unos 20 chavales "en situación de exclusión social". Algunos desaparecen y llegan otros. No hay guión ni demasiada pedagogía. "Yo no cojo la cámara, pero de algún modo, entre el juego, acabo dirigiendo las cosas indirectamente", explica: "Las ideas son suyas, yo las desarrollo hasta que otros cogen la cámara y deciden algo distinto". Se filma en súper 16, con viejas cámaras Bolex que todavía conservan la manivela. Los niños tocan la película con las manos, y calculan el diafragma observando el cielo. "Para aprender a hacer cine, la artesanía es fundamental", resume.
Como no tiene un mapa en la cabeza, todavía supo ahora que estaba "obligado" a hacer un largo reciclando la experiencia del taller como preproducción. Dos películas en una: la que relata el trabajo con los niños y una película de autor. El equilibrio entre la cultura popular y la voluntad de reinterpretar el lenguaje cinematográfico quiere ser natural. "Estarán los niños que quieren rodar y yo mismo, como artista y cooperante, descargando sobre mí todo el cinismo del occidental que llega a la puerta europea de África", dice. Todavía tendrá que fidelizar a un productor local y a otro francés o español, pero empezará a rodar después del Ramadán.
El tiempo "como aliado, no como enemigo" o la represión son algunos de los aspectos colaterales de la vida en Tánger. "Yo vine a Marruecos por una especie de nostalgia edénica, pero no por un anhelo de pureza. Todo es puro, desde la impotencia espiritual a lo más execrable", reflexiona.
"Aquí", afirma, "la mayor represión quizá sea la separación de los sexos". "Es un Estado policial, pero en la prensa leo artículos que no encuentro en España".
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