Plata a golpes y pese a la crisis
La selección femenina de balonmano pierde la final europea ante la dura Noruega
Marta Mangué jugó con las trencitas doradas saltando por el aire y dos dedos entablillados y amoratados. Varias de sus compañeras, con los pantalones remangados y las piernas recorridas por la cintas rosas del fisioterapeuta. Y Begoña Fernández, con el muslo derecho vendado y la rodilla y el tobillo sujetados por una aparatosa armadura. Balonmano de músculo y acero. Eso se encontró ayer España ante Noruega, la campeona olímpica y continental, en la final, perdida (21-34), del Europeo. Fue una plata a golpes, la primera del balonmano femenino español, lograda tras jugar ocho partidos en once días y pese a que la crisis económica ha sacudido al equipo.
"Que no desaparezca el balonmano femenino en España será una suerte", razona a través del teléfono Mangué, que logró cuatro goles en la final. No habla cualquiera. Habla "una cabra loca", en definición propia. La Ronaldinha del balonmano, que le dicen. Una galáctica: en España llegó a tener 330.000 euros de cláusula de rescisión y unos 5.000 de sueldo mensual. Hoy juega en Dinamarca, la meca, con Noruega, del balonmano femenino. "¡Y no me voy a ir allí a cobrar menos!", se ríe. Es una excepción en el desierto.
"Si este deporte no desaparece en España, será suerte", dice Mangué
Algunas jugadoras no cobran puntualmente. Otras emigran
"Si la crisis afecta en lo cotidiano, más en el deporte. La mayoría de jugadoras de la selección no cobra puntualmente. Clubes que han sido lo máximo tienen ahora problemas para pagar", continúa. "Las cosas están muy mal. Hay equipos que viajan ocho horas en autobús, juegan ese mismo día y conducen otras ocho horas de vuelta. Algunos pueden coger hotel para el día antes. Y venir a la selección es un riesgo", prosigue; "yo tengo el ligamento del dedo roto, una microrrotura en el adductor izquierdo y mil cosas más... En estos torneos, el que más sobrevive de físico llega a la final. Te lesionas y... aquí el club es el que paga".
El éxito se logró con ausencias significativas, el mejor reflejo de un deporte en el que muchas jugadoras de élite trabajan ocho horas antes de entrenarse, en el que la crisis golpea a los clubes con la huida de los patrocinadores y en el que las jugadoras dejan la selección para centrarse en su vida fuera del deporte o en sus clubes. En el Europeo faltó la portera Aitziber Elejaga, Txibi, que estaba "muy liada" porque tenía que preparar unas oposiciones. No viajaron tampoco la lanzadora Isabel Ortuño, "que prefería cuidarse", según fuentes de la selección, ni Susana Fraile, otra que quería "estar más tranquila" ya desde hace año y medio. España, laminada por las bajas y los dolores, echó de menos a sus lanzadoras el día de la gran final, el colofón al espectacular año del deporte español. "Es una pena que la final haya sido descafeinada por el arbitraje", se quejó en conversación telefónica con este periódico Jorge Dueñas, el seleccionador. "Tenemos menos físico que las noruegas, pero ése no ha sido el problema. Los árbitros nos han sacado del partido", continuó; "nos han ido minando y, al final, nos hemos dejado llevar".
Antes de la final, los mensajes del entrenador fueron claros. "¡Sois mejores que esto!", bramó cuando el equipo perdió ante Dinamarca en la segunda fase. "¡Esto es por el trabajo! ¡Por la lucha! ¡Hay que seguir poniéndolos!", exigió cuando España venció a Hungría o Rumania, dos potencias del balonmano. "Con tantos partidos", argumentó Dueñas, "hay que reaccionar rápido ante cualquier resultado. Lo mental ha sido importante. La defensa, además, nos ha llevado hasta aquí". Hasta la sorpresa dada por un equipo que no estuvo en los Juegos de Pekín y sí estará en el Mundial de China. Hasta el éxito. Hasta la plata pese a los golpes y la crisis.
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