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Columna
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Con el pie cambiado

De los 8.000 millones de euros de inversión extra que el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha destinado a los municipios españoles, 864,5 se repartirán entre los ayuntamientos valencianos para remediar en lo posible y de manera tan apremiante como prioritaria el desempleo, cuya tasa en el conjunto de la autonomía galopa hacia los dos dígitos, sin que se avizore todavía el sesgo de tan flagelante coyuntura. O sea, que probablemente seguirá creciendo sin que nuestra pródiga y depauperada Generalitat pueda hacer otra cosa que esperar a que le saquen las castañas del fuego y vociferar contra el Gobierno central. En ello se está.

Resulta obvio que con la mentada cifra millonaria no se colma el pozo de nuestros déficit municipales ni se le procurará curro a cuantos lo buscan, y hasta quizá resulte excesivo reputarla de maná, cuando en puridad es lo más parecido a un riego de urgencia para que no cunda la desesperanza y menos todavía la desesperación. Pero aún con todas esas limitaciones es el mejor regalo de Reyes Magos que podían recibir las administraciones locales, prácticamente resignadas a restringir al máximo sus inversiones para el próximo ejercicio. No ha de sorprendernos el alborozo con que tantos alcaldes de todos los colores han recibido la noticia de este subsidio, tanto más jubiloso por ser inesperado, que les permitirá ejecutar proyectos archivados por falta de recursos o que ya eran pasto de las ratas.

Claro que en ese concierto de parabienes no ha de sorprendernos la disonancia del Consell y de los portavoces el PP indígena, maledicentes de estos fondos que no solo nutrirán las haciendas locales, sino que también ponen en evidencia la falta o escasez de ayudas que reciben de la Generalitat, a la que ha cogido con el pie cambiado, ya que al parecer preferiría que la crisis se acentuase para endosársela por entero al PSOE, pues ya se sabe que el presidente Francisco Camps y su mariachi no han roto un plato en todo este dilatado desaguisado inmobiliario financiero amenizado por los grandes eventos. Así se comprende la ridícula instrucción dada a los regidores populares para que minusvaloren el dicho subsidio, pero que no dejen de tramitar su cobranza, por más que lo reputen de mero parche o remiendo, cual es el caso del pintoresco Ricardo Costa o la alcaldesa Rita Barberá, siendo así que no debe confundirse la política con las cosas de comer.

Pero pelillos a la mar porque ahora de lo que se trataría es de administrar con eficiencia ese capital llovido del cielo a fin de acelerar su efecto multiplicador y saturar la sangría laboral. Para ello lo aconsejable sería que gobierno y oposición de cada consistorio, aparcando sus disputas, concertasen las obras a emprender y, sobre todo, se aplicasen a su óptima ejecución, habida cuenta de que si el panorama actual es sombrío los pronósticos son demoledores. Únicamente la gravedad de las circunstancias nos alienta a renovar -sin fanatismo- la confianza en nuestro gremio político municipal, tan desacreditado por su proclividad a la corrupción. En realidad, y en sintonía con nuestro admirado inquilino de esta misma columna periodística, Andrés García Reche, confiar solo confiamos en que Silva vuelva a la titularidad del Valencia CF y que Barack Obama se haga con la presidencia del Club, si no hemos entendido mal al colega.

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