Pilar Enciso, autora de teatro y cuentos infantiles
Escribió varios textos con su marido, Lauro Olmo
El escritor Lauro Olmo (1921- 1994) publicó en 1964 la novela El gran sapo, cuya acción sucedía en un contexto popular madrileño, en el que había una ronda de los Enciso y una calle de los Pellico. Fue uno -no el único- de los homenajes literarios y sentimentales a Pilar Enciso Pellico, su esposa desde el 29 de octubre de 1954. Cuando en 1962 Olmo publica su exitoso "drama popular" La camisa, le pone esta dedicatoria: "A Pilar, compañera en las horas difíciles". Y en su interesante poemario En el tiempo (1993), A Pilar Enciso será un canto a esa intensa relación en el que, con tono hernandiano, engarza el sentimiento amoroso con lo político y la temporalidad existencial.
Conocí a Pilar y a Lauro (y a sus hijos Lauro, hoy profesor universitario de Arqueología, y Luis, ahora médico) a fines de 1973, en su humilde y lejana casa de la carretera de Andalucía. Desde entonces, pude admirarla por su energía, por su directo, sincero y, a veces, problemático modo de exponer sus ideas y sentimientos, y por su incansable lucha para que se reconociese el trabajo de su esposo y éste tuviera las imprescindibles condiciones materiales que le permitieran seguir escribiendo un teatro o, más ampliamente, una literatura. En sus textos, el compromiso social y ético con las víctimas de las convenciones y los intereses sociales, con "los de abajo" (Desde abajo se titula una reveladora pieza teatral póstuma, testamento literario y ético de Olmo), no significaba el desdén por la estética, pero sí evitar experimentalismos de corto alcance.
Pilar procedía de una familia republicana y socialista, que había pagado muy alto precio por ello. En su infancia, había tenido relación con la familia de Manuel Azaña: cuando ciertos escándalos económicos salpicaban al PSOE en el poder, me hablaba con admiración de la austeridad de doña Dolores de Rivas, la esposa del presidente de la República.
Interpretación
Titulada en Dirección Escénica por el Conservatorio de Arte Dramático de Madrid, dejó su incipiente carrera profesional cuando en el Ateneo de Madrid conoció al joven Lauro, con el que dirigirá el Teatro Popular Infantil y, sobre todo, con el que compondrá varios textos de teatro infantil (Teatro infantil, editorial Antonio Machado, 1987, 2 volúmenes): digamos, de modo muy simplificador, que él prestaba atención prioritaria a la "literatura dramática", y ella a la interpretación y la escenografía.
Para Olmo, Pilar fue la sólida base de apoyo en numerosos momentos difíciles, como el sonado caso del desahucio de su madrileña vivienda de la calle Pozas o, unos años antes, en 1963, cuando los problemas judiciales en que temporalmente se vieron envueltos por haber firmado el manifiesto de los 102 intelectuales. Ya en democracia, el 17 de febrero de 1995, en O Barco de Valdeorras (Ourense), villa natal de Olmo, se inauguraba, por fin, una calle dedicada al dramaturgo fallecido unos meses atrás, y Pilar cortaba la cinta correspondiente junto con el presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga Iribarne, el ex ministro de Información y Turismo con el que los firmantes de aquel manifiesto habían tenido un severo enfrentamiento. Pilar seguía en la lucha, ahora por la memoria de Lauro.
El pasado 3 de diciembre, tras una vida muy difícil, Pilar Enciso, sin cuya dedicación total a Lauro Olmo no se puede entender la trayectoria creadora y social de éste, se ha ido definitivamente, y con ella uno de los últimos ejemplos, en un segundo plano pero imprescindible, de una generación teatral que tuvo que enfrentarse estética y éticamente al franquismo y, más tarde, no siempre fue bien comprendida por ciertos escritores y responsables culturales o políticos. Tenía 89 años.
Al poco de morir Lauro Olmo, muchas de las semblanzas que se le dedicaron se recogieron en el libro Lauro Olmo, fe de vida. En su portada se veía una foto con Lauro en primer término y Pilar un poco más atrás: era una ilustración que sintetizaba una trayectoria vital compartida. Un hipotético libro dedicado a Pilar podría llamarse Pilar Enciso, fe de una vida luchadora.
Antonio Fernández Insuela es profesor de Filología Española de la Universidad de Oviedo.
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