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La Orquesta Sinfónica de Galicia triunfa bajo la batuta de Carlo Rizzi

Orquesta, solista y director obtuvieron un gran éxito en un programa lleno de dificultad. La generosidad de fraseo exigida por el Concierto para oboe de John Corigliano requiere una gran técnica respiratoria. Los intervalos de su melodía obligan a saltos de un virtuosismo casi acrobático. Pero no hay circo. Ni red. Sólo una partitura llena de música que pide un instrumentista muy serio que comprenda, interprete y traslade al público su profundo concepto en el empeño del autor de una música sin fronteras.

En este empeño, parte del auditorio se quedará con la anécdota de músico de casa tocando como solista; unos con la dificultad técnica, con la espectacularidad. Pero sucede lo contrario que en esa serie en que "la verdad está ahí fuera". En este concierto la verdad estuvo dentro: en el fondo de la partitura y en el viaje de un gran músico desde su lugar de trabajo habitual casi al final del escenario hasta el primer plano junto al podio.

El Pájaro de Fuego, de Stravinski, puso a prueba los mimbres de la Orquesta Sinfónica de Galicia y la habilidad como "cestero" de Carlo Rizzi. Realmente, el canasto salió de exposición y el público supo valorar entusiasmado toda su calidad. Rizzi sacó el máximo partido de la amplia gama dinámica y de color orquestal de la Sinfónica, del empaste de sus secciones y de su capacidad de canto. Y supo motivar a cada solista para dar el máximo de sí mismo en cada intervención. La clamorosa ovación final y la insistencia de los músicos en dirigirla a Carlo Rizzi fueron merecido premio a dos semanas de un trabajo conjunto de gran calidad y mejor ambiente.

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